Bernie Sanders va embalado. El senador de 78 años se ha impuesto de forma arrolladora en los caucus de Nevada, la tercera cita de las primarias demócratas para elegir al candidato que disputará la presidencia a Donald Trump en noviembre. El socialdemócrata casi doblaba en votos a su rival más cercano con el 43% del escrutinio, Joe Biden, unos números que bastaron a los grandes medios para adjudicarle la victoria desde primera hora de la noche.

Esa victoria tiene una trascendencia especial porque Nevada se parece mucho más demográficamente al conjunto de Estados Unidos que los estados disputados hasta ahora y porque ha puesto en evidencia a aquellos que describieron al judío de Brooklyn como un candidato débil con un techo de votos en torno al 30%. En Nevada lo ha pulverizado. Supera el 45%. Ahora sí se puede hablar de un serio favorito a la nominación demócrata.

Sanders llegará al Supermartes del próximo 3 de marzo con todo el viento a su favor, tras haber ganado también New Hampshire y haber empatado con Pete Buttigieg por la primera plaza en Iowa. Esa fecha es clave porque repartirá el 33% de los delegados que nominarán al candidato en julio y las encuestas le sitúan por delante en California y Texas, los premios gordos del Supermartes. El senador por Vermont tiene además la campaña mejor financiada y la única que puede presumir de estar propulsada por un movimiento político de masas. Organizativamente tampoco tiene parangón. Decenas de miles de voluntarios trabajan para su causa en los 50 estados, una estructura que empezó a levantar durante su candidatura fallida de hace cuatro años.

No es de extrañar, por tanto, que el 'establishment' demócrata esté más que nervioso. La candidatura de un socialista en la patria del capitalismo empieza a ser bastante plausible. Hemos creado una coalición multirracial y multigeneracional, que no solo va a ganar en Nevada, sino que va a barrer en todo el país, dijo Sanders a sus seguidores durante un mitin en Tejas. Y es que ni siquiera esperó en Las Vegas a los resultados. Solo mira hacia adelante.

El resultado definitivo podría tardar horas o días en conocerse, pero con el 43% del recuento Sanders rozaba el 47% de los votos, 20 puntos más que su mejor marca hasta ahora en las primarias. Le seguían Joe Biden (23.5%), Buttigieg (14%) y Elizabeth Warren (9%). La revelación en New Hampshire, Amy Klobuchar no llegaba al 4%.

Sanders no solo se llevará de Nevada la primera victoria en el oeste del país de estas primarias, sino una coalición de votantes que engloba a casi todas las tribus del partido. Solo perdió entre los mayores de 65 años y los afroamericanos, que se inclinaron por Biden. Ganó el voto latino por un margen de 34 puntos; los menores de 24 años, por 54; y los independientes, por 37, según los sondeos a pie de urna de The Washington Post. Pero también se impuso entre los hombres (+21) y las mujeres (+13), al igual que entre los votantes con formación universitaria (+10) y sin ella (+22).

No parecen haberle pasado factura las revelaciones de esta semana, según las cuales Rusia estaría tratando otra vez de interferir en la campaña para ayudar a su candidatura. Sanders confirmó que así se lo comunicaron las agencias de inteligencia hace un mes, pero mostró sin ambages su rechazo a la injerencia rusa, a diferencia de lo que suele hacer Trump.

A su ventaja en este inicio de las primarias sigue contribuyendo decisivamente la fragmentación del voto moderado entre cuatro candidatos, que serán cinco cuando Michael Bloomberg entre en escena el Supermartes. Biden consiguió con la segunda plaza parte del oxígeno que necesitaba tras su desastroso estreno en Iowa y New Hampshire. El ex vicepresidente aspira a ganar el próximo sábado en Carolina del Sur, donde comanda las encuestas, un escenario que le serviría para acallar unos días a todos aquellos que lo han querido enterrar. Para el también centrista Buttigieg, Nevada ha sido en cambio un baño de humildad, la constatación de que tiene que abrirse un hueco entre las minorías si quiere tener alguna opción para conquistar la nominación. Solo el 2% de los negros y el 10% de los hispanos le votaron. En el polo ideológico opuesto, Warren tuvo otra noche para olvidar. No consiguió capitalizar su protagonismo en el debate de esta semana. Quizás porque muchos demócratas ya habían votado para entonces, con un voto anticipado con una alta participación.

Lo que parece claro es que a partir de ahora se van a disparar los ataques contra Sanders y el escrutinio de su pasado político y su vida privada. Hasta ahora ha sido relativamente liviano, pero no durará mucho porque el populista de izquierdas no solo aterra a la jerarquía del partido, sino también a los poderes mediáticos del país. Sanders cree en una revolución inflexible e ideológica que deja fuera a muchos demócratas, dijo Buttigieg anoche tras felicitar al ganador. Aspira a reordenar la economía de un modo que rechazan muchos demócratas y estadounidenses.

A Trump le pasó lo mismo hace cuatro años: todo el establishment se confabuló para frenarle. Y ya se sabe, en su caso, como acabó la jugada.