A cuatro meses y medio de que en febrero se celebren en los caucus de Iowa, las primeras votaciones en la carrera para elegir al candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos que intentará derrotar a Donald Trump en noviembre de 2020, la lucha sigue abierta entre dos propuestas: la de moderados, que proponen construir sobre el legado de Barack Obama y realizar cambios graduales, y la de progresistas, que proponen transformaciones más radicales. El jueves, en el tercer debate entre candidatos, celebrado en Houston (Tejas), el duelo volvió a ser protagonista.

Tras dos debates previos en la que la presencia de 20 candidatos obligó a sesiones dobles este verano, esta vez solo tenían cabida los 10 mejor situados según los estándares del Comité Nacional Demócrata sobre encuestas y donantes. En cabeza está el exvicepresidente Joe Biden, emblema del centro.

Le siguen dos progresistas, los senadores Bernie Sanders, que impulsó el giro del partido hacia la izquierda, y Elizabeth Warren, con la que Biden no había coincidido hasta ahora en un debate. Como se esperaba, se produjo el choque de sus dos propuestas, sobre todo en el tema central para los estadounidenses: el acceso a la sanidad y su coste.

SANIDAD UNIVERSAL / Biden defendió con firmeza su propuesta de mejorar la reforma sanitaria de Obama y cuestionó duramente formas y fondo de los planes de Sanders y Warren, que plantean extender la sanidad pública para mayores y hacerla universal. Pero los dos senadores rebatieron los ataques del exvicepresidente, especialmente sobre cómo se financiaría su plan o cómo afectaría a los ciudadanos la eliminación de seguros privados. Warren lo hizo aplaudiendo primero la «transformación fundamental» que logró Obama pero proponiendo ir mucho más allá, eludiendo mencionar la potencial subida de impuestos que sería necesaria y centrando la atención en la reducción de costes.

Sanders ni siquiera citó a Obama, recordó que los estadounidenses pagan el doble que los ciudadanos de otros países y también golpeó de vuelta a Biden, respondiendo al ataque de que su plan costaría 30.000 millones de de dólares con el recordatorio de que dejar las cosas como están costaría 50.

No fue el único choque que deja en evidencia ese dilema que vive el partido entre corrientes y por su pasado reciente. Los hubo también en otras materias como inmigración, políticas comerciales o política exterior.

Y aunque el legado de Obama no fue tan cuestionado como en la segunda ronda de debates y Biden en esta ocasión se mostró más contundente y preparado, tiene que cargar con el equipaje de su pasado en cuestiones peliagudas como las deportaciones de inmigrantes, que alcanzaron una cifra récord con el último presidente demócrata.

El formato con solo 10 diez candidatos y casi tres horas les permitió también ahondar en propuestas y temas, aunque quedaron fuera muchos asuntos fundamentales como los derechos reproductivos o la supresión de voto, y se pasó de puntillas por otros como la lucha contra el cambio climático.

O’ROURKE, LA ESTRELLA / Y estando en Tejas, una de las estrellas de la noche fue Beto O’Rourke, antiguo congresista de El Paso. Muy alabado por los otros aspirantes por su actuación tras el tiroteo en su ciudad el 3 de agosto, O’Rourke fue de nuevo directo en su ataque a Trump por inspirar al autor de la masacre y alimentar a los supremacistas blancos y lanzó también la más radical propuesta sobre armas, poniendo sobre la mesa la promesa de que el Gobierno quite de manos de civiles todas las armas semiautomáticas de asalto como los rifles AK47 y AR15.

También tuvieron actuaciones bien valoradas aunque quizá no definitorias para la carrera el senador Cory Booker y la senadora Amy Klobuchar.

Quizá quien más destacó pero puede que con efecto negativo para sus aspiraciones fue Julián Castro, el único candidato hispano. En un golpe bajo, durante la discusión sobre sanidad, el exsecretario de Vivienda de Obama atacó a Joe Biden en lo que se consideró un claro asalto a su edad (74 años) y su capacidad, cuestionando repetidamente que no recordara lo que había dicho dos minutos antes. «¿Acaba usted ha olvidado lo que dijo hace solo dos minutos?», repetía Castro. «No me lo puedo creer, usted dijo eso hace dos minutos».

Cuando otros aspirantes le cuestionaron por el tono, Castro defendió que no había sido un asalto personal sino de confrontación de ideas.