Ayer se cumplía un mes exacto desde que, en Bolonia, aparecieron las sardinas. Durante un mitin de Matteo Salvini en la campaña para las elecciones autonómicas de enero en Emilia-Romagna, 16.000 personas, la mayoría jóvenes, se apretujaron en la plaza mayor. «Una sardina sola es un bocado para un tiburón, pero un banco de sardinas en forma de tiburón es invencible», dijeron. Es un movimiento espontáneo, sin bandera política pero cercano a la izquierda. Protestan contra las políticas del odio y la discriminación.

Pocos días después, siempre en coincidencia con los mítines de Salvini, 7.000 sardinas llenaron la plaza de Módena. En Ferrara, las sardinas se apretujaban mientras Salvini hablaba. A partir de aquel momento se produjo el contagio: Florencia, Milán, Reggio-Emilia, Turín, Cagliari, Nápoles, Palermo... En bancos de 3.000, 10.000 y 20.000 sardinas según el encuentro, con perfiles de todas las edades. El movimiento es transversal. Una iniciativa que acoge a monjas, como la hermana Giuliana Galli, de 84 años. «No ha llegado la hora de protestar contra alguien, sino de limpiar nuestro lenguaje», declara. En tres días, la página de Facebook de las sardinas sumó 70.000 inscritos, en aumento exponencial por cada día transcurrido desde entonces.

Ayer, procedentes de toda la península, se manifestaron en la plaza romana de San Juan de Letrán donde se concentraron más de 40.000. Simultáneamente otras sardinas de origen italiano han salido a la calle en Madrid, París, Dublín, Edimburgo, Amsterdam, Helsinki, Burdeos y San Francisco.

En Roma llevaban una pancarta de 40 metros por 300 con la frase Roma no pica. Una colecta por internet, ha reunido 11.000 euros para costear el camión y los aparatos acústicos. No necesitan más. Y hoy se prevé una reunión «tomando una cerveza para decidir ¿y ahora qué?». «Hemos llegado al cúlmen de una fase exaltadora y caótica, ahora hay que dar la vuelta», explican.

Las sardinas no tienen líder. Fueron inventadas por cuatro jóvenes de Bolonia, el más conocido de los cuales es el economista Mattia Santori, de 32 años. Habla como un buen chico, salido de un colegio de los jesuitas. «No somos solo anti Salvini, sino que defendemos algo que debería preocupar a todos: un lenguaje respetuoso, la reconstrucción de un tejido democrático», dice. Añade que las sardinas «intentan llegar al cerebro de las personas antes de que alguien consiga llenar sus estómagos».

Ogongo Stephen, un periodistas oriundo de Kenia, de 45 años, coordinador de las sardinas romanas, subraya: «Estamos cansados de este clima de odio, queremos respirar aire nuevo y vivir en paz, somos un grupo político, sin partido, antifascista, antirracista y antihomófobo». A las cuestiones de qué respuesta dan ellos a la situación política actual, afirman: «No somos la respuesta sino la pregunta».

El centro de análisis Atlante Político, de Demos, estima que alrededor de un 4% de los electores italianos han participado en alguna de estas manifestaciones, que cerca del 38% están de acuerdo con lo que hacen y uno de cada dos italianos comparte su mensaje. En total un 42% de los electores italianos se reconoce de alguna manera con este movimiento surgido de la nada.