La broma en Gran Bretaña es que Boris Johnson está en el «single market». Un juego de palabras entre «mercado único» (del que abomina) y «mercado de los solteros», en el que ingresará pronto. Marina Wheeler, la abogada que aún es su esposa, está preparando los papeles de divorcio, acusándole de adulterio. Es el fin del turbulento matrimonio, el segundo de Johnson, que ha durado entre tropezones y altibajos un cuarto de siglo y del que han nacido cuatro hijos. De las incontables aventuras amorosas del político se sabía desde hace tiempo. Ahora han quedado resumidas en un documento conocido como WarBook2 (Libro de Guerra 2) y es parte de la guerra sucia del brexit.

El compendio de envites amorosos y algunos rasgos poco recomendables del carácter de Johnson, fue elaborado hace dos años por el equipo de Theresa May, cuando Johnson aspiraba al liderazgo del Partido conservador tras el referéndum del brexit. Entonces su candidatura se desinfló, sin que hiciera falta la publicación. Ahora sale a la luz cuando Johnson vuelve a la carga como posible candidato a sustituir a May, con el pretexto del brexit. El exministro de Exteriores acusa a Downing Street de la difusión del panfleto. En la oficina de la primera ministra lo niegan, lógicamente. «Los rumores sobre Boris han estado circulando desde hace mucho tiempo por Westminster. No hay que ser Sherlock Holmes para preguntarse por qué salen a relucir ahora y a quién benefician», ha declarado el conservador Andrew Bridgen.

Lo cierto es que el último affaire de Johnson, de 54 años, con la exjefa de comunicaciones de los tories, Carrie Symonds, de 30, se ha destapado en un momento crítico para el futuro político del rival de May. La relación con la rubia «sexy», «lista» y «ambiciosa», como la describen los tabloides, era al parecer vox pópuli. Juntos se les vio el día de San Valentín comiendo en un famoso restaurante de Londres. Juntos habían asistido a fiestas y alguna reunión política. Al final la estrecha relación obligó a la joven a dejar su puesto en el partido.

Hasta ahora las incursiones extraconyugales de Johnson, no habían afectado a su carrera política, a diferencia de lo ocurrido con otros políticos por pecados mucho más leves. Porque el historial de que ha fue alcalde de Londres es largo. La relación con su actual esposa, a la que conoció siendo corresponsal del Daily Telegraph en Bruselas, la inició cuando aún estaba casado con su primera mujer, una compañera de Oxford.

La relación con Petronella Wyatt concluyó con un aborto, que, según ella, Johnson se negó a costear. Con la crítica de arte, Helen Macintrye tuvo una hija. Siendo director del semanario Spectator, según su biógafo, Andrew Gimson, se llevó a comer a una columnista «para despedirla, pero en lugar de eso se acostó con ella». La prensa se hizo eco también de la «especial amistad» con Ruzwana Bashir, la «despampanante presidenta de la Unión de Estudiantes de Oxford», y de su lío con la periodista Anna Fazackerle. ¿Acabará la frivolidad sexual hundiendo a Boris Johnson? Es de dudar.H