La convención republicana que se celebra del 18 al 21 de julio en Cleveland debería ser la fiesta de coronación de Donald Trump pero las sillas reservadas para algunos de los más destacados líderes del partido van a estar vacías. Los dos expresidentes Bush, George H.W y George W., han anunciado esta semana que no asistirán a la cita. Tampoco va a viajar a Ohio el último candidato presidencial republicano, Mitt Romney, que ha sido uno de los críticos más feroces del empresario, al que atacó con dureza en un inusual discurso en marzo. Y el aspirante conservador a la Casa Blanca en 2008, el senador John McCain, será otro de los ausentes. De los candidatos presidenciales republicanos vivos, Trump solo podrá contar con la presencia en la convención y el respaldo de Bob Dole, el aspirante en 1996.

Se trata más que de ausencias de carga simbólica. Los dos Bush, Romney y McCain se han negado a apoyar la candidatura de Trump, algo que también ha hecho Paul Ryan, el speaker de la Camara de Representantes y el más alto cargo electo republicano. Y el viernes Jeb Bush y el senador Lindsay Graham, que han sido rivales de Trump en las primarias, anunciaron que no votarán por él en noviembre.

Aportaciones en peligro

Trump el viernes criticó e insultó, como ha hecho durante la campaña, al exgobernador de Florida y a Graham y ha tratado de minimizar el impacto de sus deserciones y de las ausencias de los últimos presidentes y candidatos republicanos en la convención. Es consciente, no obstante, de las repercusiones negativas que pueden tener, especialmente a la hora de recibir el apoyo no ya solo de votantes sino de los donantes. Aunque durante primarias ha presumido de financiar de su propio bolsillo su campaña, ahora admite que buscará fondos para sostener la campaña nacional y aunque puede contar con el apoyo de grandes donantes como el magnate de casinos Sheldon Adelson, ha puesto en peligro las aportaciones de otros muchos donantes tradicionales con sus duras críticas durante la carrera.

La imagen de división que se está proyectando juega en su contra y es la brecha con Ryan, que presidirá la convención, la que posiblemente sea más trascendental. Tras ella late la preocupación que se extiende en el partido de que Trump pueda influir negativamente en noviembre en las posibilidades de representantes y senadores republicanos que también se enfrentan a la reelección, lo que podría hacer perder a los conservadores el control de las dos cámaras del Congreso.

Es un miedo que ha expresado McCain, uno de quienes debe renovar su escaño en el Senado. "Si Trump es el candidato en las papeletas en Arizona, con más del 30% siendo voto hispano, no hay duda de que estas pueden ser las elecciones de mi vida", ha dicho el veterano y exprisionero de guerra cuyo heroismo puso en duda Trump. "Si escuchas o ves los medios hispanos en el estado y en el país verás que es todo anti-Trump. La comunidad está encendida y rabiosa de una manera que no he visto en 30 años".

La postura de Ryan no es única. Aunque el líder de la mayoría conservadora en el Senado, Mitch McConnell, sí ha seguido la consigna de unidad en el apoyo al candidato que ha lanzado el Comité Nacional Republicano, el principal estratega encargado de intentar mantener esa mayoría en la cámara, Ward Baker, ha dado carta blanca a los senadores para saltarse la convención.

Trump y Ryan han acordado reunirse el jueves pero no hay indicios de que el encuentro vaya a acortar las distancias.