El Sinn Féin, escaparate político durante décadas de una organización paramilitar que empleó bombas, ejecuciones y el terror en su lucha, se convirtió por primera vez la semana pasada en la fuerza política más votada en la República de Irlanda. Una victoria con profundas implicaciones para el norte y sur de a la isla, pero también para el Reino Unido. El triunfo de los nacionalistas republicanos, como fuerza de izquierdas, rival del poder establecido, alienta la reunificación de la isla. Y el brexit hace aún más deseable lo que hasta ahora parecía una quimera.

Hace treinta años las voces de los portavoces del Sinn Féin estaban prohibida en la BBC. Un actor doblaba las declaraciones de su líder, Gerry Adams. El efecto era tragicómico. Sólo en 1994, tras el alto el fuego del IRA, los británicos escucharon por primera vez a Adams en versión original. Para el público, el Sinn Féin era poco más que un órgano de propaganda de los terroristas republicanos, en un conflicto que costó más de 3.500 vidas. Las negociaciones del Acuerdo de Paz, imposibles sin el Sin Féin, le dieron un peso político y un estatus nuevo. En el norte compartieron gobierno con los unionistas. En el sur en cambio siguieron siendo una fuerza marginal, lacrada por el pasado sangriento. Los dos grandes partidos irlandeses de centro derecha, que se alternaban en el poder, les trataban como apestados. Todo eso ha cambiado en las urnas.

La política irlandesa había sido siempre bastante aburrida. Desde la independencia de Gran Bretaña, hace casi un siglo, los políticos del Fianna Fáil y el Fine Gael se han ido turnando en el gobierno. Nada cambiaba sustancialmente en una sociedad muy conservadora, donde la élite, en un ménage à trois con la Iglesia Católica, hacía y deshacía a su antojo. Un país pobre en el que los jóvenes emigraban masivamente. El boom económico en los noventa, el Tigre Celta acabó con el estallido de burbuja inmobiliaria y los bancos en quiebra. El rescate del país costó 67.000 millones de euros suministrados por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Cayó en el 2011 el gobierno del Fianna Fáil, que estaba detrás del desbarajuste.

INVERSIONES EXTRANJERAS

Las medidas de austeridad impuestas durante los siguientes cinco años para sacar al país de la bancarrota empobrecieron a los ciudadanos y deterioraron los servicios públicos. Se recortó el gasto público y se aumentaron los impuestos. La economía de Irlanda se recuperó rápidamente atrayendo inversiones extranjeras con uno de los impuestos de sociedades más bajos en la UE (12,5% ) y unos salarios reducidos. El Fine Gael ha mantenido hasta hoy esa fórmula. La espectacular bonanza de Irlanda, vista desde fuera, no ha beneficiado sin embargo a la población.

La pasada semana, los electores, que dieron el inesperado campanazo votando al Sinn Féin, buscaban soluciones a las penurias del día a día. Acabar con las listas de espera en los hospitales, tener un lugar donde vivir, un empleo más seguro, un salario digno. Estamos viendo una división, izquierda, derecha, que en Irlanda no existía, afirma Eoin OMalley, profesor de ciencias políticas de la City University de Dublín. A los votantes les ha importado poco los fabulosos datos macroeconómicos del primer ministro Leo Vardkar, y mucho menos el brexit, que no contó para nada en la campaña. Tampoco tenían en mente la reunificación de Irlanda, que es, sin embargo, el objetivo existencial del Sinn Féin. No creo que eso estuviera en la agenda de la gente, señala OMalley. Ambos, brexit y reunificación, son sin embargo asuntos cruciales en el futuro de la isla.

FRONTERA ECONÓMICA

La líder del Sinn Féin, Mary Lou McDonald, está tratando de formar gobierno. Sea cual sea la fórmula final, el triunfo de los nacionalistas tiene implicaciones para Irlanda y también para el Reino Unido. El brexit va a crear una frontera económica en el mar de Irlanda, entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña. Para los norirlandeses será más fácil comerciar con la República que con el resto del Reino Unido y la dependencia de Dublín hará más importante formar parte de su gobierno. Todo eso juega a favor de la reunificación.

McDonald habla con prudencia de un referéndum en el plazo de los próximos cinco años. Quizás sean diez, pero el exprimer ministro del Fianna Fail, Bertie Ahern, ve la consulta inevitable y Jonathan Powell, jefe del equipo de Tony Blair, que dirigió las negociaciones del Acuerdo de Viernes Santo, la considera cada vez más posible. Lo responsable, para McDonald, es iniciar los preparativos de esa reunificación, que está alentada por factores más allá de su triunfo electoral. Esta elección influye en la celebración de la consulta, declaró a la BBC, pero también está el brexit y el cambio demográfico. El censo del 2021 debería confirmar que los nacionalistas católicos son por primera vez más numerosos que los protestantes en Irlanda del Norte. Y para McDonald es muy irresponsable que los políticos escondan la cabeza en la tierra.