La relación de los británicos con su monarquía no tiene nada que ver con la que los españoles mantenemos con la nuestra, probablemente porque la suya es de toda la vida y la nuestra sufrió una interrupción de 40 años que llevó, primero, a un respeto y una sacralización inaguantables, y luego a una mezcla de desinterés y hostilidad, sobre todo cuando el rey emérito se lanzó a meter la pata con sus inoportunas cacerías y sus amantes de prosapia con apellidos impronunciables que aprovechaban para hacer sus chanchullos a la sombra de la Corona. En el Reino Unido, como aquí, hay furibundos antimonárquicos, pero la actitud general se mueve más entre la displicencia y la ironía -lo que en inglés se califica como 'flippant'-, que es, en mi modesta opinión, la mejor manera de relacionarse con las testas coronadas.

INDUSTRIA DEL ESPECTÁCULO

La principal diferencia entre nuestras respectivas casas reales consiste en que la nuestra -salvo cacerías en tiempos de ruina y amantes con las manos muy largas- no forma parte de la industria del espectáculo. Los Windsor, por el contrario, son una mina. Y la reina Isabel, en concreto, la figura central de esa compañía estable y todo un icono pop. Como en la Royal Shakespeare Company, aquí los secundarios también son buenísimos: pensemos en Felipe de Edimburgo, metepatas internacional de nivel cinco cuyas groserías y salidas de pata de banco no han generado conflictos diplomáticos porque Dios no ha querido y porque, con el paso del tiempo, todos hemos acabado acostumbrándonos a sus inconveniencias; o en el heredero eterno, el bueno de 'Charlie', que a este paso va a llegar a rey apoyado en un taca taca; o en sus augustos retoños, entre los que brilla especialmente el cachondo deEnrique, ése que acude a las fiestas de disfraces vestido de nazi o se deja retratar en pelotas en un hotel de Las Vegas junto a señoritas de moral relajada.Es evidente que ante semejante elenco, los españoles no tenemos nada que hacer. Y desde que los Borbones se deshicieron de don Jaime de Marichalar, el de los pantalones con estampados de paramecios y los fulares de Elena Benarroch, cualquier posibilidad de espectáculo y diversión pasó a mejor vida.

UNDERGROUND LOCAL

La militancia de los Windsor en la cultura moderna se remonta a los años 60, cuando la Union Jack se convirtió en icono del underground local y la música pop en una fuente de ingresos y de glamur para un país cuyo imperio se deshacía a pasos agigantados. Mientras en España se zurraba a los melenudos y se les arrojaba al pilón, en Inglaterra se les concedía la Orden del Imperio Británico, aunque luego te la tiraran por la cabeza, como hicieron los Beatles. Sin el rock and roll -y sin James Bond-, el Reino Unido habría acabado convertido en un país irrelevante en la escena contemporánea. La reina Isabel supo verlo con tiempo y no dudó en prestar su egregia figura -esos gorritos espantosos, esos bolsos como de mercadillo- a la causa de la modernidad.

En teoría, los años 70 no le fueron tan favorables. Es la década en que nace el programa de televisión 'Spitting image', donde unos guiñoles grotescos sacaban a los Windsor no muy favorecidos: Felipe, un metepatas desagradable; la Reina Madre, una beoda de cuyo bolso siempre asomaba una botella de Beefeater; y la propia Isabel, una señora estirada y ridícula que creía vivir aún en la era victoriana. A finales de los 70, la broma derivó hacia la mala baba gracias a los Sex Pistols y su himno insultante 'God save the queen', que les granjeó un gran éxito y alguna somanta a manos de los 'skinheads'. Pese a la tirria que le tenían, fueron precisamente los Pistols los que acabaron de convertir a su majestad en un icono pop, gracias al grafismo punk de la época, que solía incluirla en sus carteles y anuncios. Y a partir de ahí podríamos decir que se abrió la veda, sobre todo en los 90, tras la muerte de Lady Di, cuando pareció que los estirados Windsor podían irse al carajo de un momento a otro. Una vez más, como cuando los melenudos, Isabel supo darle la vuelta a la situación en su beneficio, haciéndose la humana y acercándose a la plebe, con lo mal que huele.

La reina Isabel ha salido en 'Los Simpson', ha sido retratada por Lucian Freud de manera criminal y hasta se ha llevado una paliza de Leslie Nielsen en una entrega de 'Agárralo como puedas'. Pero ahí sigue, en la cresta de la ola. ¡Bien por ella!