Este domingo el Partido Socialdemócrata (SPD) se reúne en Bonn para decidir el futuro rumbo de Alemania. Casi cuatro meses después de las elecciones, la histórica formación encabezada por Martin Schulz votará cómo proceder en las negociaciones con la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU) para reeditar un Gobierno de gran coalición con la cancillera Angela Merkel.

La decisión, que recae en las manos de los 600 delegados del partido venidos de todo el país, puede marcar también el futuro del SPD. Tras un varapalo electoral que les llevó a capturar tan solo un 20,5% de los votos, su peor registro histórico, Schulz aseguró que era momento de pasar a la oposición e iniciar un proceso de renovación del partido. Pero con el fracaso de las negociaciones para formar un tripartito entre conservadores, liberales y verdes, el expresidente del Parlamento Europeo ha cambiado su posición.

La cúpula del SPD defiende volver a pactar con la CDU por una cuestión de pragmatismo y “responsabilidad”. Obligados a elegir entre la peste o el cólera, la directiva opta por volver a dar la mano a Merkel y aprovechar un Gobierno conjunto y estable para impulsar sus propuestas, especialmente la reforma de la Unión Europea. Schulz incluso ha hablado de un pacto a revisar tras dos años. De confirmarse el pacto, la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) quedaría como partido de la oposición.

Oposición frontal de los Jusos

Enfrente se han encontrado con la dura negativa de los Jusos, las juventudes del partido, que ve en otra gran coalición un peligro que pone en riesgo la existencia del SPD. Para el ala más idealista, el preacuerdo alcanzado con la CDU es inaceptable ya que se omiten claves del programa socialdemócrata como un aumento de impuestos a los más ricos y un sistema de sanidad pública, y se han incluido puntos a los que se oponían, como la limitación de acogida de refugiados. Así, el mal menor es dejar que los conservadores gobiernen en minoría (algo que Merkel ha descartado) y presionar al Gobierno desde una oposición que ven como una oportunidad para renovar el partido, recuperar a los votantes perdidos con un discurso más izquierdista y distanciarse de Merkel.

La gran coalición, una fórmula creada como excepción, se ha convertido en norma en Alemania. CDU y SPD han gobernado de la mano en ocho de los 12 años de mandato de Merkel, proporcionando a la cancillera una mayoría parlamentaria abrumadora que le ha permitido gobernar sin sobresaltos pero que a su vez ha mermado la credibilidad de ambos partidos y ha disparado el voto protesta a terceros partidos. Los comicios del 24 de septiembre castigaron la alianza entre los dos partidos hegemónicos, que perdieron hasta un 14% de los votos. Después de este domingo, todo apunta a que la estrategia no cambiará.