Donald Trump tuiteó un meme de Juego de Tronos y la frase Game Over para resumir su satisfacción por el informe Mueller, luego aguada cuando se hizo público que el fiscal especial escribe en sus conclusiones, en referencia a un posible delito de obstrucción de justicia: Aunque este informe no concluye que el presidente cometiera un crimen, tampoco lo exonera. Del Game Over Trump pasó a calificar el informe como una mierda, lo cual bien mirado es una buena forma de definir el mundo (político, mediático, económico) que lo aupó a la presidencia.

Antes de Trump, ningún presidente se hubiera atrevido a presentarse a la reelección con la mitad de lo que el informe Mueller dice sobre él. Trump, en cambio, juega con una ventaja que no tienen sus adversarios: el cargo que ostenta, la institución que representa, la responsabilidad que ejerce, le importan un comino. Un niño de papá, lo define un titular de The New York Times sobre su trayectoria empresarial, y como una caricatura de un niño de papá actúa: vanidoso, caprichoso, egoísta. En la serie Succession hay una escena tremenda en la que otro hijo de papá se masturba en el gran ventanal de su despacho en lo más alto de una de las grandes torres de Nueva York. Mejor no imaginarse a Trump en el Despacho Oval.

Lo peor de Trump es que, como todo lo que sucede en Estados Unidos, ha creado escuela. Steve Bannon, su supuesto gurú, se pasea por Europa como si su sola presencia ya explicara el resurgir de la extrema derecha en el continente que la inventó. Y en la campaña electoral en España vemos sobre todo a la derecha, pero no solo, seguir su ejemplo: exageraciones, falsedades, insultos. Los analistas identifican el estilo Trump y citan sus lecciones en comunicación política y, dicho así, suena hasta digno. Conviene no olvidarlo: el estilo Trump no tiene nada de digno. Es el fin del juego democrático, porque sin respeto al menos a la institución, el juego por el poder no es más que un asunto de niños de papá ansiosos de poder. A alguno ya lo tenemos encabezando candidaturas en estas elecciones. La diferencia es que en Estados Unidos Trump se aprovechó de una sociedad polarizada. Aquí, la están polarizando tuit a tuit. El lunes y el martes me temo que volveremos a constatarlo, en ese concurso de soliloquios y zascas que hemos convenido en llamar debates.