América Latina se partió en dos ante la destitución de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, por parte del Senado. La región osciló entre la enérgica condena y una prudente equidistancia de los acontecimientos. De algún modo, las reacciones políticas mostraron el signo de lo previsible.

Venezuela expresó su solidaridad con Rousseff, calificó lo sucedido de “golpe de Estado” y retiró a su embajador acreditado en Brasilia. El Gobierno de Nicolás Maduro dijo que “se ha ejecutado una traición histórica contra el pueblo de Brasil”. Maduro sabe que ya no cuenta con el vecino país como aliado, y menos en medio de la fuerte disputa con una oposición que se identifica con los sucesos brasileños y que hará escuchar su voz en la manifestación de este jueves en Caracas para forzar un referendo revocatorio del presidente. En estas circunstancias, Maduro aseguró que el Gobierno interino de Michel Temer es “usurpador” y no ha sido elegido por “nadie”. De un lado, añadió, “61 votos de un Congreso ilegitimado por la corrupción”, y por el otro, “a Dilma la eligieron 54 millones de brasileros”. Evo Morales censuró desde Bolivia el “golpe parlamentario” y también convocó a su embajador en Brasilia. El mandatario dijo que su país “acompaña” a “Dilma, Lula y su pueblo en esta hora difícil”.

Desde Ecuador, Rafael Correa habló de “una apología al abuso y la traición”. El presidente llamó a consulta al encargado de la embajada. La acción del Senado brasileño, estimó, “nos recuerdan las horas más obscuras de nuestra América”.

RECHAZO EN MANAGUA Y LA HABANA

Cuba, que hasta el reinicio de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos tenía a Brasil como un interlocutor de peso, rechazó “enérgicamente” el “golpe de estado parlamentario-judicial”. La Habana subrayó que Rousseff fue apartada de la presidencia “sin que se presentara ninguna evidencia de delitos de corrupción ni crímenes de responsabilidad”. Nicaragua reprodujo el mismo tono de indignación. En Uruguay, los diputados del partido gobernante (Frente Amplio) hicieron lo mismo. Pero la diplomacia guardó silencio, al igual que la colombiana.

Temer estuvo en rigor más atento a las palabras de Argentina, su principal socio regional. Y el Gobierno de derechas de Mauricio Macri estuvo a la altura de sus expectativas. “Ante los sucesos registrados el día de hoy en Brasil, el Gobierno manifiesta querespeta el proceso institucional verificado en el hermano país y reafirma su voluntad de continuar por el camino de una real y efectiva integración en el marco del absoluto respeto por los derechos humanos, las instituciones democráticas y el derecho internacional”, señaló el ministerio de Relaciones Exteriores. “Argentina -añade la nota- renueva su deseo de continuar trabajando con el Gobierno de Brasil para la resolución de los temas de mutuo interés de las agendas bilateral, regional y multilateral, así como para el fortalecimiento del MERCOSUR”.

Por su parte, Chile se manifestó “respetuoso” de los asuntos internos de otros países. Tras la “reciente decisión adoptada por el Senado brasileño”, la administración de Michelle Bachelet “reafirma sufirme amistad entre ambos países”.