Aleksandr Shalápov es un médico de ambulancia que en estos momentos se debate entre la vida y la muerte después de haberse tirado el pasado sábado por la ventana del segundo piso en el hospital de Novaá Usman, en la región de Voronezh. Se trata del tercer facultativo involucrado en la lucha contra el covid-19 que supuestamente intenta quitarse la vida, en un momento en que la pandemia arrecia en el país, con más de 10.000 casos diarios de nuevas infecciones.

Días antes de la tragedia, Shalápov había hecho un vídeo con un compañero en el que denunciaba haber sido obligado a continuar trabajando por los responsables del hospital pese a haber contraído el virus.

Posteriormente, grabó un nuevo vídeo retractándose de sus «emocionales» acusaciones. Su colega, Aleksandr Kosyakin, afronta la acusación de difundir noticias falsas sobre la pandemia, delito castigado con hasta cinco años de prisión.

No ha sido éste un caso aislado. El 27 de abril, Elena Nepomniáschaya, jefa médica de un hospital para veteranos de guerra en Krasnoyarsk, también intentó suicidarse supuestamente dejándose caer al vacío desde el quinto piso de la institución tras discutir con el responsable regional de Sanidad. Tres días antes, Natalia Lededeva, jefa de ambulancias de la Ciudad de las Estrellas y contagiada del virus, también se lanzó al vacío. Había sido acusada por compañeros de haberlos infectado.

Estos graves casos ponen como mínimo sobre el tapete la precariedad de los medios con los que cuentan muchos centros de salud en Rusia para afrontar la pandemia, y la enorme presión sobre el personal sanitario.