La Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN) ha recibido este domingo el Nobel de la Paz en el ayuntamiento de Oslo por alertar sobre las consecuencias del uso de esos arsenales e impulsar un acuerdo para prohibirlos.

La ICAN, fundada en el 2007 y que agrupa a 468 entidades y ONG en 101 países, estará representada por su directora ejecutiva, Beatrice Fihn, y por Setsuko Thurlow, superviviente de la bomba atómica lanzada en 1945 por EEUU sobre Hiroshima (Japón) y que ha jugado un rol muy activo dentro de la organización.

Las dos han pronunciado un discurso de aceptación del premio ante cerca de un millar de invitados, entre los que figuran miembros de las entidades que conforman la ICAN, como la ONG catalana Fundació per la Pau (FundiPau).

Sumarse al tratado

En su alocución, las representantes de la ICAN urgieron a las potencias atómicas a unirse al tratado de prohibición de esos arsenales para acabar con la "amenaza" sobre la humanidad. De hecho, al acto no acudieron los embajadores de tres potencias nucleares como Estados Unidos, Reino Unido y Francia, en señal de protesta por la concesión del galardón a esta organización.

"Representamos la única elección racional, representamos a los que rehúsan aceptar las armas nucleares como un elemento del mundo, unir sus destinos a las líneas de un código de lanzamiento. La nuestra es la única realidad posible, la alternativa es impensable", dijo su directora ejecutiva, Beatrice Fihn.

Thurlow definió las armas nucleares como "el mal máximo" y usó el crudo relato de su experiencia para pedir el fin de una "locura" intolerable. La mujer se refirió a la "tremenda esperanza" que supone el tratado, en una intervención sentida que conmovió al millar de asistentes a la ceremonia celebrada en el ayuntamiento de Oslo, entre ellos los reyes y príncipes herederos noruegos y la guatemalteca Rigoberta Menchú, Nobel de la Paz en 1992.

La superviviente nipona habló del "recuerdo vivo" del bombardeo, la sensación de "flotar" en el aire, el colapso de su escuela, los gritos de sus compañeros y su sobrino Eiji, de 4 años, convertido en "un trozo fundido de carne" que siguió pidiendo agua hasta morir.

"Mientras salía arrastrándome, las ruinas ardían. La mayoría de mis compañeros de clase murieron quemados vivos, vi a mi alrededor una devastación total, inimaginable", explicó.

Thurlow emocionó al auditorio, en el que había más supervivientes de pruebas y ataques nucleares, rememorando la procesión de figuras fantasmagóricas, gente con la carne y los intestinos colgando, con las órbitas de los ojos en sus manos y el olor a carne quemada.

Más riesgo que en la guerra fría

Fihn alertó de que el riesgo de que esas armas sean usadas es mayor ahora que al final de la guerra fría, por la presencia de más estados "atómicos", más terroristas y la guerra cibernética.

La directora de la ICAN rechazó el efecto disuasorio que esgrimen las potencias y sostuvo que su utilidad "real" es provocar miedo y negar la libertad, atrayendo a más países a la carrera nuclear.