El nombre de Christiane Taubira (Cayenne, 1952) estará sobre todo unido a una imagen. El 23 de abril del 2013 se dirigió a la tribuna de la Asamblea Nacional con una rosa roja en la mano para defender la ley que, a pesar de una insólita contestación en la calle, abrió la puerta al matrimonio homosexual en Francia.

Durante los tres años y ocho meses que ha estado al frente del ministerio de Justicia, esta antigua militante independentistanacida en Guyana y descendiente de esclavos, que solía llegar al Palacio del Elíseo montada en bici, pocas veces se ha mordido la lengua.

ELECTRÓN LIBRE

Auténtico ‘electrón libre’, se había convertido en el último reducto de la izquierda que quedaba en el Ejecutivo presidido por Manuel Vallsdesde la salida en agosto del 2014 de los socialistas ‘rebeldes’ Arnaud Montbourg y Benoît Hamon y la ecologistaCécile Duflot, contrarios a la deriva liberal de la política económica de Hollande.

Dentro y fuera de un hemiciclo mayoritariamente blanco y masculino, Taubira ha sido objeto frecuente de ataques racistas a los que se ha enfrentado con una oratoria brillante, una serenidad inquebrantable y citas de poetas o filósofos que ponían una nota humanista en el ambiente tecnócrata dominante.

CUATRO VECES DIPLOMADA

Divorciada, madre de cuatro hijos y abuela, amante de la literatura y melómana adicta a Duke Ellington, Bob Marley, Miles Davis o Herbie Hancock, Taubira es diplomada en ciencias económicas, sociología, etnología y agroalimentación. Fue eurodiputada entre 1994 y 1999 e impulsó una la ley adoptada en el 2001 que considera la esclavitud un crimen contra la humanidad.

Un año después se presentó a las elecciones presidenciales como cabeza de lista del Partido Radical de Izquierdas. Obtuvo el 2,3% de los votos y en la izquierda muchos la acusaron de haber contribuido a la derrota del candidato socialista, Lionel Jospin, frente al conservador Jacques Chirac. Dicen que, recordando ese episodio, Hollande prefirió tenerla dentro que fuera del Gobierno.

En un reciente programa de televisión llegó a decir que su único jefe era su conciencia y, fiel a sí misma, se ha despedido con una frase que deja pocas dudas sobre su coherencia política: “A veces, resistir es quedarse, a veces resistir es irse. Por fidelidad a uno mismo, a nosotros. Para dar la última palabra a la ética y al derecho”.