Irán se desmarcó ayer del ataque del pasado sábado contra dos refinerías saudís -una de ellas es la mayor del mundo- y que provocó que el precio del barril de crudo llegara a subir un máximo de casi un 20%.

Los rebeldes yemenís hutís reivindicaron el ataque, pero Estados Unidos insistió en que la reivindicación es una farsa: la acción, según Washington, la ejecutó Irán. «Condenamos estas acusaciones, que son inaceptables y no tienen fundamento alguno», dijo ayer el portavoz del Gobierno de Teherán, Abbás Musavi, al tiempo que descartó una reunión entre Hasán Rohaní, el presidente de Irán, y su homólogo estadounidense, Donald Trump, en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas la semana que viene en Nueva York.

Intentó que lo hicieran hace unas semanas Emanuel Macron, que invitó al ministro de Asuntos Exteriores iraní a la cumbre del G-7. La jugada de Macron, que sorprendió al mundo entero, ha acabado por fracasar.

Durante su intervención, Musavi admitió el respaldo de su país al «pueblo yemení», en alusión a los rebeldes hutís, pero subrayó que «atribuir a Irán este tipo de ataques está en la línea de máximas mentiras». «La guerra es entre los yemenís y los saudís y no tiene que ver con la República Islámica», apostilló.

Rohaní también censuró las acusaciones del mandatario estadounidense. «En sus palabras nunca hay realidad; el presidente de EEUU dijo que retiraría las tropas de Siria y allí siguen. Nunca dice la verdad. Así es y así seguirá siendo», dijo el presidente iraní en Ankara, donde viajó para reunirse con Vladímir Putin y Recep Tayyip Erdogan, sus homólogos ruso y turco, para tratar sobre la guerra de Siria.

Puede que, puertas adentro, discutiesen de verdad; puertas afuera, sin embargo, no dijeron nada novedoso. «Nuestra plataforma es la única que servirá para llegar a la paz en Siria, que tiene que ser negociada. No puede ser alcanzada por la vía militar. Para hacerlo, nos comprometemos a crear un comité constitucional para la República Árabe de Siria y el retorno seguro de sus refugiados», manifestó Erdogan.

En la agenda había un nombre marcado en rojo: Idleb, la última región siria bajo control opositor y amenazada con ser atacada por el régimen de Bashar Al Asad y sus aliados, Rusia e Irán. Erdogan intenta convencer a Putin y Rohaní de que le den tiempo: el turco teme que una nueva ola de refugiados cruce sus fronteras.