En El buen chapín, un modesto establecimiento en la quinta avenida de Sunset Park, un barrio de clase trabajadora de Brooklyn con amplia presencia de población hispana, doña Dina está acostumbrada a hacer de todo: servir comidas, realizar envíos de dinero a Centroamérica o vender casi de todo. Para lo que no estaba preparada esta guatemalteca que llegó a Nueva York sin papeles hace 32 años era para el momento que vivió hace unos días y que cuenta con el corazón roto: una mujer hondureña sin papeles le pidió si podría encargarse de que su hija de seis meses, ya nacida en EEUU y por lo tanto ciudadana, pues sería enviada a Honduras si ella era detenida y deportada en las redadas que se esperaban del ICE, la agencia policial migratoria de EEUU.

Angustiosos preparativos como los de esa madre son solo una muestra del miedo y la ansiedad con que viven millones de inmigrantes en EEUU, especialmente los hispanos, a los que Donald Trump ha criminalizado desde que lanzó su carrera política. El miedo se ha palpado en barrios como Sunset Park, donde en otros negocios como Usulteco, un restaurante salvadoreño casi vacío el viernes por la tarde, una camarera dominicana constata que muchos clientes «han dejado de venir, se quedan en sus casas». Y ese terror ha escalado hasta niveles agónicos desde que Trump anunció su intención de poner en marcha una operación especial de esas redadas. Aunque el mandatario pospuso temporalmente el plan, lo reactivó anunciándolo para ayer, con nueve ciudades y al menos 2.000 inmigrantes como objetivo.

A la hora de escribir estas líneas no había confirmación de que las redadas se estuvieran produciendo. Aunque tanto en The Wall Street Journal como en la cuenta del grupo de activistas proinmigrantes Coalición Nuevo Santuario, circularon informaciones de actuaciones de ICE el sábado en Nueva York, no había constancia de arrestos ni confirmación de que no se tratara de intervenciones rutinarias que realiza a diario una agencia. La aparente calma no esconde ni alivia la tensión y nadie descartaba que en cualquier momento arrancara una operación que puede prolongarse varios días. Pero también quedaba en evidencia, una vez más, la capacidad de Trump de usar con fines políticos y electoralistas tanto la política migratoria como un discurso de mano dura y xenofobia, aunque sea a costa de restar efectividad a las autoridades migratorias.

Sus amenazas han hecho que se hayan incrementado las campañas de grupos y organizaciones de activistas para educar a los inmigrantes y recordarles cómo actuar para evitar arrestos o garantizar que se respetan sus derechos, también ofreciendo asistencia legal gratuita.

Muchos inmigrantes han aprendido a no abrir la puerta o a comprobar que ICE tiene una orden judicial firmada y no usa, como a menudo, sus propias órdenes de registro, que no tienen validez. Autoridades en ciudades santuario han renovado su promesa de no colaborar con las operaciones federales.

Expertos en seguridad nacional e inmigración como John Sandweg, han explicado que «no hay absolutamente ninguna razón operativa para hacer las redadas públicas» con antelación, algo «inexcusable» y que «minimiza completamente la efectividad de la propia operación».

Arengar a las bases racistas/ La única motivación de Trump, según ha dicho Sandweg a NBC, son «razones políticas». Y esa era una denuncia repetida el viernes en una vigilia en Nueva York para protestar por la política migratoria y las separaciones de familias en la frontera y reclamar el cierre de los campos de internamiento de migrantes adultos y, especialmente, de menores. «Lo hace para arengar a sus bases más racistas, ni siquiera usa ya mensajes en código», opinaba Claire, una tejana afincada en Nueva York. «Trump no trata a los inmigrantes como seres humanos, no tiene respeto, ni garantiza que se cumplan los procesos debidos. Obama tampoco fue fabuloso en este terreno pero al menos veía y trataba a estas personas como seres humanos».