Los incidentes son esporádicos y de baja intensidad pero, al encadenarse cuatro noches consecutivas de tensión en los barrios pobres de la periferia parisina, empiezan a saltar las alarmas por el temor a un efecto contagio que encienda la chispa de una revuelta como la del 2005.

El detonante de los actos violentos que se han vivido recientemente en localidades de los departamentos de Altos del Sena y Sena San Denis, en el oeste y noreste de la capital francesa, fueron las imágenes de un encontronazo con la policía que terminó con un hombre de unos 30 años con una pierna rota y las redes sociales denunciando un nuevo abuso de las fuerzas del orden.

Ocurrió el pasado sábado en Villeneuve la Garenne cuando, según el relato de un testigo, un agente que estaba dentro de un coche policial camuflado abrió la puerta trasera del vehículo al paso de un motorista sin casco. Con la velocidad y el impacto salió despedido y chocó contra un poste, resultando gravemente herido. Su abogado ha presentado una denuncia contra los agentes y la Inspección General de la Policía Nacional investiga los hechos.

Sensación de impunidad

Veinticuatro horas después estallaron los primeros enfrentamientos entre jóvenes y fuerzas del orden en una localidad que hasta entonces había respetado sin problemas el confinamiento decretado el 16 de marzo. El lunes, la violencia llegó a la vecina Asnières tras la detención de dos padres de familia que encendió los ánimos. Todo esto alimenta la sensación de que la violencia policial es recurrente e impune, cuenta en Le Monde Amal Bentounsi, fundadora de un colectivo de lucha contra los desmanes policiales.

Las escenas de petardos, proyectiles, coches y papeleras en llamas, y policías respondiendo con gases lacrimógenos y disparos de balas de goma (LBD) se repitieron en al menos una veintena de pueblos de la región parisina, donde ha habido nueve detenidos. Los mayores destrozos los ha provocado el incendio intencionado en una escuela de Gennevilliers. También se han producido altercados en Toulouse y en dos barrios periféricos de Estrasburgo, donde los servicios secretos temen que la violencia se extienda a otras zonas de la capital alsaciana.

A un contexto de por sí difícil por el confinamiento general al que obliga el coronavirus, se añaden los ingredientes conocidos que cristalizan la frustración de los jóvenes de 'banlieue': un problema con la policía, vídeos que difunden el incidente y barriadas incendiándose.

Confinamiento más duro

"Se suma la sensación de que el confinamiento es más duro para ellos que en otros sitios porque sus pisos son a menudo más pequeños", explica en el diario vespertino Zakaria Sekkafi, jefe del equipo de mediadores de Villeneuve la Garenne.

Por su parte, los sindicatos policiales denuncian el silencio gubernamental que, a su juicio, deja a estos barrios a merced de reincidentes que ya no tienen miedo ni de la policía ni de la justicia. Interior reforzará la presencia policial en las zonas sensibles y la prefectura ha prohibido la venta de petardos y otros productos que puedan usarse como artefactos explosivos. Desde el hospital donde se recupera, el motorista que tuvo el accidente con la policía en Villeneuve la Garenne ha lanzado un llamamiento a la calma.

Pero los trabajadores sociales consideran que bajar la tensión es difícil cuando los controles se multiplican debido al estado de emergencia sanitaria y advierten de que la epidemia es un elemento nuevo de consecuencias todavía desconocidas en el escenario de la 'banlieue'.

Más que agitar el fantasma del 2005 habría que preguntarse por el inmovilismo de las políticas públicas y la función social de estos territorios en el gobierno del miedo, advierte en 'Libération' el sociólogo Michel Kokoreff, para quien las 'banlieues' "juegan el rol de chivos expiatorios" .