Theresa May intentó calmar las aguas en el seno de su partido, dividido y enfrentado entre partidarios y contrarios del brexit, y afirmó que una salida «sin acuerdo no sería el fin del mundo» y que se están preparando para convertir esa situación no deseada, si se produjera, en un «éxito». La primera ministra hizo estas declaraciones ayer en Ciudad del Cabo en una misión comercial de tres días por Sudáfrica, Nigeria y Kenia, antiguas colonias británicas. La gira es un intento de estrechar lazos económicos con África una vez que el país quede liberado de las ataduras con la UE.

Sus palabras sobre el brexit se interpretan como una reprimenda a Philip Hammond, su titular de Finanzas, que la semana pasada dibujó un horizonte oscuro en caso de salir de forma abrupta de la UE y someterse a las normas de la Organización Mundial del Comercio. Hammond avisó de que podría aumentar la deuda del país en 88.000 millones de euros anuales para el 2033-34 y provocar una caída del PIB del 10,3%. «Un impacto de tal magnitud sobre el PIB que tendría graves consecuencias fiscales», afirmó el ministro. Este crudo panorama provocó el enfado de May, quien fue acusada de recuperar el «discurso del miedo».