El secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, ha llegado este martes a Moscú, donde mantendrá en las próximas horas unas difíciles conversaciones con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, en una atmósfera de tensión sin precedentes desde el final de la guerra fría. A tenor por las declaraciones previas, las posturas se contradicen radicalmente y la tarea de obtener un mínimo común denominador se presenta como una misión imposible.

Poco antes de partir hacia Moscú, el jefe de la diplomacia norteamericana ha emitido quizás su declaración más contundente acerca del futuro del presidente sirio, Bashar el Asad, apostando sin ambages por una Siria sin su presencia. "Para nosotros, está claro que el reinado de Bashar el Asad está llegando a su fin", ha declarado Tillerson en la última jornada del encuentro de ministros de Exteriores del G-7 celebrado en Lucca (Italia).

"Ahora es preciso estudiar cómo termina y cómo es la transición", ha resumido. Tillerson transmitirá este miércoles a la parte rusa el mensaje, consensuado con el resto de los aliados, de que debe abandonar de una vez a su aliado Asad, poner fin a su alianza con Teherán y cooperar en un proceso político negociado. "Deseamos que Rusia haya llegado a la conclusión de que se ha alineado con un socio no fiable", ha concluído.

RUSIA INSISTE EN QUE EL RÉGIMEN NO ES CULPABLE

Pero nada más lejos de la realidad. Rusia no solo no emite señales de que esté dispuesto a prescindir de su aliado, sino que se aferra con más fuerza que nunca a su versión de que el ataque químico no fue originado por el régimen sirio, exigiendo una investigación internacional que determine la responsabilidad de lo sucedido y que sea "representativa", lo que en lenguaje corriente significa la inclusión en ella de representantes afines a sus posturas.

Recurriendo a teorías conspirativas, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha advertido que se preparaban "provocaciones" para culpar a Damasco de nuevos ataques químicos con los que justificar nuevos bombardeos. "Tenemos información de que similares provocaciones, y no las puedo llamar de otra forma, se preparan en otras regiones de Siria", ha asegurado el líder del Kremlin, tras verse las caras con el presidente italiano, Sergio Mattarella.

En un comunicado, el Ministerio de Exteriores ruso, ha constatado que las relaciones ruso-estadounidenses atraviesan el "periodo más difícil desde el final de la guerra fría", y ha plasmado la exigencia de una investigación internacional sobre el ataque de Khan Shaikhun.

"En las negociaciones en ciernes, queremos saber en qué medida EEUU es consciente de la necesidad de estabilizar y normalizarnuestras relaciones", reza el texto. El Gobierno ruso, eso sí, da un margen de confianza a la Administración Trump, con la que aún mantiene la esperanza de entenderse mejor, y carga toda la responsabilidad del deterioro actual sobre el presidente anterior, Barack Obama.

Quizás para restar dramatismo al encuentro, desde Washington, la Administración Trump ha moderado este martes las sugerencias de que Rusia pudo estar involucrada o tener conocimiento previo del ataque químico, informa Idoya Noain. La acusación, de haber sido formulada oficialmente, habría obligado a Washington a tomar medidas contra Moscú.

No obstante, en una conferencia informativa con tres altos cargos de la Administración, que han hablado con condición de anonimato, se ha acusado a Moscú de “intentar encubrir lo que pasó”, propagando “desinformación” sobre el ataque con armas químicas. Además, cree probado que se empleó gas sarín, un agente que no poseen los grupos que actúan en la zona.