«Nos enfrentamos a una crisis dentro de una crisis. La combinación de ambas complica una situación ya de por sí difícil». Así se expresaba el miércoles el ministro de Migraciones griego, Giorgos Kumutsakos sobre el peso que soporta su país en número de refugiados en plena pandemia por el coronavirus. Para intentar minimizar los riesgos, el Ejecutivo heleno aprobó ayer mover a casi 2.400 solicitantes de asilo y habitantes de los campos de las islas griegas al continente. Su traslado no empezará hasta el martes de la semana que viene, cuando termine la semana santa ortodoxa.

Los migrantes y refugiados, dijo Atenas, serán colocados temporalmente en centros, apartamentos y hoteles, que se han vaciado por culpa de la crisis del coronavirus. Pero el número de traslados, sin embargo, se ve insuficiente, porque en los campos insalubres e inhumanos de las islas griegas todavía viven, a día de hoy, más de 42.000 personas.

Cuarentena

El más grande de ellos es el de Moria, en Lesbos. Allí, en un espacio habilitado para apenas 2.500 personas viven casi 20.000, que apenas tienen acceso a agua corriente, baños, sistema sanitario ni seguridad alguna. Por eso, están cerrados y en cuarentena.

De momento, los pasos de Atenas han sido tímidos. En toda Grecia hay 118.000 solicitantes de asilo, en un país de tan solo 10 millones de habitantes.

Pero ya ha habido unos primeros pasos: el miércoles, un grupo de 12 menores de edad no acompañados volaron a Luxemburgo desde las islas griegas. En los próximos meses, Grecia espera mandar a 1.600 más: mañana, 50 volarán hacia Alemania, y en los próximos días, 20 más lo harán a Suiza. Francia, Irlanda, Portugal y Finlandia también se han comprometido a aceptar a menores.