“Estoy feliz, no sabía que pasaría esto, ahora solo quiero ver a mi familia”, decía con una rotunda sonrisa Siti Aisyah en la embajada indonesia de Kuala Lumpur. Un tribunal malasio acababa de retirarle los cargos por el asesinato del hermanastro del líder norcoreano. Aisyah volará esta anoche a su casa después de dos años encarcelada por un crimen que resucitó las tramas de la guerra fría.

La decisión del tribunal de Shah Alam fue sorprendente porque este lunes sólo estaba planeado que declarara Doan Thi Huong, la otra acusada. La fiscalía retiró los cargos y el tribunal la dejó en libertad. Se desconoce por qué ha pasado de describir durante meses a las dos jóvenes como mataharis a comprar la versión de que fueron engañadas por agentes norcoreanos.

El Gobierno de Indonesia ha presionado para la liberación de Aisyah, que se enfrentaba a la horca si era declarada culpable. “Fue inducida a creer que actuaba para un programa de televisión, por lo tanto no conocía las razones verdaderas de su interpretación y no tenía intención de matar a Kim Jong-nam", señalaba el escrito de Yakarta remitido a la fiscalía.

SEGUNDA ACUSADA

El Tribunal Supremo ha retirado los cargos contra Aisyah y aclarado que no equivale a una absolución, por lo que podría retomar las investigaciones si salieran nuevas pruebas. La fiscalía, sin embargo, ha comunicado que no lo tiene previsto. El juicio se retomará el jueves con la declaración de la segunda acusada, que lloró cuando su compañera de desdichas fue liberada. Sus abogados dijeron que iban a solicitar un aplazamiento.

Sus defensas siempre han alegado que Malasia pretendía ensañarse con las dos jóvenes para tapar su fracaso en la detención de los verdaderos culpables. Aluden a los cuatro ciudadanos norcoreanos que reclutaron a las acusadas, vieron el envenenamiento desde el aeropuerto y salieron del país en vuelos inmediatos.

El juicio pretende resolver el enigma: ¿Son un par de infelices engañadas o superagentes versadas en el manejo de poderosos venenos? Las imágenes del circuito cerrado del aeropuerto de Kuala Lumpur las mostró aquella mañana de febrero de 2017 acercándose por detrás e la víctima, rociándole la cara con un espray y frotándosela con un trapo. Kim Jong-nam murió treinta minutos después entre convulsiones terribles y la autopsia reveló trazas del agente XV, considerado un arma de destrucción masiva. Ambas se dirigieron inmediatamente hacia los baños para lavarse las manos, lo que apuntaló la versión de la fiscalía de que sabían lo que hacían.

Siti Aisyah, de 27 años y con un hijo pequeño, fue detenida junto a su novio malasio. Trabajó en la humilde sastrería de su exmarido antes de partir hacia Malasia en busca de oportunidades. Ahí se empleaba en un negocio de masajes. En la víspera del asesinato no parecía estar muy concentrada en su delicada misión inminente. Estuvo celebrando con amigos en un bar su cumpleaños. Dijo a la policía haber cobrado el equivalente a 85 euros por su colaboración en el presunto programa televisivo y creer que aquel líquido era loción infantil.

Doan Thi Huong, de 30 años, fue capturada dos días después en la misma terminal. Huong, hija de un agricultor, dejó su país a los 18 años. En Malasia se empleaba en el sector del entretenimiento. Algunas fotos la muestran como azafata en bikini en ferias de motor y años atrás intentó entrar en la versión nacional de Operación Triunfo.

La víctima era el mayor de los tres hijos del anterior dictador, Kim Jong-il, y favorito en las apuestas sucesorias hasta que un viaje a Tokyo en 2001 deshonró a su padre y a su país. Disfrutó de un exilio dorado desparramando fortunas en los casinos de Macao hasta que perdió el favor de Piongyang al criticar a Kim Jong-un y vaticinar el inmediato colapso del régimen. Kim Jong-nam se sabía en la diana y pidió clemencia por carta al tirano norcoreano. Murió en el aeropuerto de Kuala Lumpur cuando regresaba a China, con 120.000 dólares en metálico y después de haberse reunido con un ciudadano estadounidense.