Sacudido por la triple crisis sanitaria, económica y social de la pandemia y las protestas por la justicia racial; magullado por el mitin del fin de semana en Tulsa que debía suponer su retorno triunfal a los actos de masas y se quedó en un fiasco de 6.200 asistentes en un estado decididamente conservador como Oklahoma y con las encuestas nacionales y en estados bisagra enviándole mensajes alarmantes sobre sus opciones de ganar la reelección el 3 de noviembre frente a Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, vuelve a echar mano de uno de los ejes programáticos que marcaron su victoria en 2016 y ha sido clave durante su mandato: la mano de hierro con la inmigración, legal e ilegal.

Por primera vez en más de un año, Trump viajaba ayer a Arizona, donde participaba en Yuma en una mesa redonda sobre seguridad fronteriza y visitaba el muro con México para marcar que se ha completado la construcción de 200 millas (322 kilómetros), un hito cuestionable pues está lejos de los 725 kilómetros que prometió construir para fin de año. Es un gesto con el que días después de un varapalo del Tribunal Supremo quiere tratar de poner los focos en sus medidas para frenar la migración, que ya ha endurecido en el marco de la pandemia con controvertidos pasos como restricciones históricas a las normas de asilo y refugio o la deportación de menores.

VETOS Y DESEMPLEO / La visita se produce un día después de que Trump firmara una proclamación con la que también restringe la inmigración legal. No solo prolonga hasta diciembre vetos a la concesión de permisos de residencia permanente (green cards) que impuso en abril, sino que amplía considerablemente las limitaciones para la llegada de trabajadores extranjeros a EEUU y veta la concesión de varios tipos de visados hasta fin de año, con opción de prolongar el periodo «si fuera necesario».

Enmarcada por Trump como una protección de los trabajadores estadounidenses cuando el paro ha alcanzado el 13,3%, la decisión ha sido ampliamente cuestionada desde el sector empresarial y en particular por el tecnológico, especialmente afectado al impedírsele el fichaje de nuevos talentos internacionales. Incluso originó críticas de aliados de Trump, como el republicano Lindsey Graham; pero también se frena la tramitación con el que sectores no agrícolas como el hospitalario, construcción y jardinería contratan temporales.

La ventaja con que Trump se llevó Arizona (3,5 puntos, ya por debajo del 9% con que Romney ganó ante Obama), se ha desvanecido. Los sondeos colocan hasta cuatro puntos por delante a Biden. Votantes moderados de suburbio y mujeres están dejando de apoyarle.