El viernes por la tarde el presidente de los EEUU, Donald Trump aprobó un despliegue en Arabia Saudí de más tropas y activos de defensa aérea. Lo hizo solo unas horas después de anunciar nuevas sanciones económicas a Teherán, y concretamente al banco central iraní, tras el ataque del 14 de septiembre a dos refinerías en Arabia Saudí que Washington atribuye a Irán.

Aunque el secretario de Defensa, Mark Esper, aseguró que se trata de «un primer paso», también aclaró que se trata de un despliegue «de naturaleza defensiva» y no ofensiva, realizado a petición de Riad y de Emiratos Árabes Unidos para ayudar a proteger «infraestructuras críticas». Se calcula que Washington sumará solo varios cientos de soldados, no miles, a su presencia militar en la zona, donde en primavera y verano el Pentágono ya desplegó unos 2.000 militares (500 en Arabia Saudí).

Estos último efectivos actuaron en parte como respuesta a ataques a petroleros en el estrecho de Ormuz que EEUU también atribuyó a Irán y por el derribo de un dron estadounidense (que Teherán aseguró que había violado su espacio aéreo). Ante aquel derribo, Trump estuvo a punto de lanzar una operación militar pero la abortó en el último momento y optó por un ciberataque. Ahora, tras los bombardeos a las refinerías que han dejado fuera del mercado internacional la mitad de producción de crudo saudí, también parece haber moderado su respuesta.