Fue con toda seguridad su discurso más presidencialista, una buena pieza retórica alejada de su vulgar y destartalada improvisación habitual. Pero la diferencia estuvo más en las formas que en el fondo porque Donald Trump decidió ser fiel a sí mismo y a los mensajes que le han permitido llegar mucho más lejos de lo que nadie esperaba en esta campaña. En el discurso más importante de su carrera política, el multimillonario neoyorkino aceptó la nominación republicana pintando un país sumido en el caos y acechado por toda clase de amenazas. Trump propuso una ruptura con muchos de los pilares de la política de Estados Unidos y se presentó como el salvador de la patria: "Solo yo puedo arreglarlo".

Superadas las primarias, podía haber optado por un giro al centro pero apostó por azuzar a las bases republicanas y explotar los miedos de la ciudadanía. Hizo un retrato de EEUU no muy distinto a 'La carretera' de Cormac McCarthy; solo le faltaron los caníbales escondidos en las cunetas. Echando mano de su tendencia a la hipérbole, habló de “la violencia en nuestras calles y el caos en nuestras comunidades”, de ciudades golpeadas por el terrorismo y de hordas de inmigrantes ilegales con un pasado criminal que “vagabundean libres de noche para amenazar a nuestros pacíficos ciudadanos". Ante ese panorama aterrador, se presentó como el candidato de la ley y el orden, el hombre fuerte capaz de restaurar la normalidad. “La primera tarea para nuestra Administración será liberar a nuestros ciudadanos del crimen, el terrorismo y la anarquía”.

LARGO DISCURSO

Su discurso fue uno de los más largos de la historia moderna de las Convenciones. Nada menos que 75 minutos, pero apenas ofreció soluciones, más allá de convertir a EEUU en una fortaleza, atrincherada frente al mundo. Prometió construir el muro en la frontera mexicana, romper los acuerdos de libre comercio o revaluar la alianza con la OTAN si sus miembros no cumplen con sus contribuciones económicas. “La diferencia más importante entre nuestro plan y el de nuestros oponentes es que nosotros pondremos a América primero”, dijo repitiendo el que es uno de los eslóganes de su campaña. “Americanismo, no globalismo, será nuestro credo”.

Trump es un producto del descontento generado por la globalización y la economía de casino, donde el dinero compra influencias y campa a sus anchas en los pasillos de Washington. El magnate inmobiliario ha sido parte de ese juego toda su vida, pero ahora se presenta como su antídoto, como el agente del cambio y la ruptura, como la voz de los olvidados. “Cada día me levanto dispuesto a ofrecer una vida mejor a esa gente de todo el país que ha sido descuidada, ignorada y abandonada”, dijo levantando los aplausos de unos delegados entregados a su discurso. “La esperanza está de camino” o “levanta el muro”, corearon.

CRÍTICAS A HILLARY

Si Trump es la supuesta alternativa al statu quo, Hillary Clinton representaría justamente lo opuesto. Así la describió, esta vez sin sus muletillas de instituto, como esa en que la llama “Hillary, la corrupta”. De la secretaria de Estado, que lleva también toda una vida paseándose por los pasillos del poder, dijo que es la “marioneta” de las grandes empresas y de las élites gobernantes. La acusó de haber cometido “crímenes terribles” durante el escándalo de los 'e-mails', repetido hasta la saciedad durante la Convención, hasta el punto que cada vez que se mencionaba los delegados gritaban: “Enciérrenla”. De su etapa de secretaria de Estado, Trump dijo que dejó un legado de “muerte, destrucción y debilidad”.

El discurso del antiguo presentador de 'reality shows' cierra definitivamente unas primarias que han fracturado al partido. Entre los delegados de la Convención y algunos sectores del universo conservador fue muy bien recibido. Pero la prensa progresista, le dedicó durísimas críticas, condenando su tono oscuro y su falta de propuestas concretas: “Si Trump se creyera que su distopía existe, hubiera ofrecido un plan claro y detallado para el cambio. Pero como siempre no tiene más que ofrecer que su repertorio vacío de vendedor: ‘Estoy con vosotros, lucharé por vosotros’”, escribió el 'New York Times' en su editorial.