La Administración de Donald Trump ha designado como «grupo terrorista» a la Guardia Revolucionaria iraní, la milicia paramilitar encargada de proteger a la cúpula clerical del régimen y de apuntalar a sus aliados foráneos en la región. La designación no tiene precedentes, ya que nunca hasta ahora se había incluido a la rama militar de un Estado extranjero en la lista de grupos terroristas. «La Guardia Revolucionaria es el principal instrumento utilizado por el Gobierno iraní para dirigir e implementar su campaña terrorista global», dijo Trump al hacer público el anuncio. La medida cuenta con las reservas del Pentágono, que teme que se cierren los cauces diplomáticos para dialogar con los aliados de Irán.

Atrás quedan los esfuerzos de Barack Obama para reducir el clima de confrontación con Teherán y establecer una suerte de equilibrio de poder entre sunís y chiís en Oriente Próximo. Trump ha enterrado la estrategia de distensión al poner al mando de su política iraní a los neocon y dar carta blanca a Israel y a sus aliados sunís del Golfo para operar con plena libertad en la región. El republicano ha quemado uno tras otro los puentes levantados por su predecesor. Primero rompió unilateralmente el acuerdo nuclear suscrito junto a otras cinco potencias extranjeras. Más tarde reimpuso el paquete de sanciones draconianas contra la economía iraní. Y ahora le llega el turno a la Guardia Revolucionaria, justo un día antes de las elecciones en Israel, una medida que se interpreta como otro regalo electoral para su amigo Binyamin Netanyahu. «Gracias, mi querido amigo», respondió el primer ministro israelí, quien se juega su cuarta reelección. «Gracias por responder a tiempo a otra de mis solicitudes importantes, que sirve a los intereses de nuestros países en la región».

La Guardia Revolucionaria se creó poco después de la Revolución Islámica del 1979 y con el tiempo se convirtió en la fuerza más resolutiva e ideológica de su organigrama militar. Con cerca de 125.000 uniformados y 90.000 voluntarios adicionales, controla el programa nuclear y de misiles balísticos y se encarga de mantener a raya a la disidencia internamente. Fuera de sus fronteras, entrena, financia y arma a milicias y gobiernos aliados, desde el Hizbulá libanés al régimen sirio de Bashar al Asad. Sus oficiales solo responden ante el líder Supremo, Ali Jamenei.

La designación estadounidense permitirá a la Casa Blanca negar el acceso a EEUU de cualquiera que tenga contacto con la Guardia Revolucionaria. También podrá castigar a las empresas e individuos que hagan negocios con sus filiales, lo que podría afectar a algunas compañías europeas, dado que la Guardia Revolucionaria controla importantes sectores de la economía iraní. «Esta acción expandirá el ámbito y la escala de nuestra máxima presión contra el régimen iraní. Deja muy claro los riesgos que implica hacer negocios o respaldar a la Guardia Revolucionaria», dijo Trump.

LAS CONSECUENCIAS / La postura inquieta a la diplomacia y los militares estadounidenses, que temen que les dejen sin cauces legales para dialogar con diversos actores políticos en Líbano y en Iraq, donde Teherán cuenta con importantes aliados. También preocupan las posibles represalias militares iranís en la región. Por el momento, Irán ha respondido con contramedidas idénticas a las adoptadas por su enemigo. Ha designado a EEUU como «Estado patrocinador del terrorismo» y le ha colgado la etiqueta jurídica de «grupo terrorista» al ejército estadounidense, según los medios estatales.

«Si los americanos hacen semejante estupidez y ponen nuestra seguridad en peligro, los militares estadounidenses y sus fuerzas de seguridad en la región dejarán de disfrutar de la paz actual», dijo a modo de amenaza Mohamed Ali Jabari, comandante de la Guardia Revolucionaria.