Si no es un acto de guerra es lo que, escalofriantemente, más se le acerca. Estados Unidos, por orden del presidente Donald Trump, asesinó en la madrugada de ayer en el aeropuerto de Bagdad al general Qasim Soleimani, el comandante al frente de las fuerzas Al Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán, cerebro de las operaciones militares de Teherán en toda la región y la segunda persona de facto más poderosa en Irán tras el ayatolá Alí Jamenei.

La polémica acción es militarmente la más contundente y de consecuencias más impredecibles y graves que ha tomado Trump desde su llegada a la Casa Blanca. Llega en el arranque de un año en que enfrenta primero el juicio del impeachment y, en noviembre, la cita con las urnas. Eleva la campaña de «máxima presión» a Irán que ha estado promoviendo desde que abandonó el pacto multilateral firmado por Barack Obama para frenar el programa nuclear de Teherán pero rompe con la línea de cierta contención militar que Trump había estado manteniendo.

Por más que el mandatario insistiera ayer en una breve declaración ante la prensa que actuó «para detener una guerra, no para empezarla», negara que busque un cambio de régimen en Irán y afirmara que Soleimani era «el mayor terrorista», lo cierto es que ha asestado un duro golpe a Irán y ha disparado hasta la ebullición las tensiones bilaterales, elevando el espectro de un conflicto en el había prometido que no se involucraría.

LA RESPUESTA IRANÍ / Jamenei prometió ayer una «dura venganza» por la muerte del hombre que fue tan clave en la lucha contra Estado Islámico como en la extensión de la influencia de Teherán desde en Siria y Líbano hasta en Irak o Yemen. Ayer mismo, Esmail Gha’ani, nombrado por el líder supremo iraní para ponerse frente a las fuerzas de élite Al Quds, lanzó públicamente a los iranís un mensaje cargado de amenaza: «Sean pacientes», dijo. «Pronto verán los cadáveres de estadounidenses en todo Oriente Próximo». Los analistas y expertos no dudan de que la respuesta llegará y aunque nadie puede determinar en qué forma, con qué intensidad ni en qué momento abunda la tesis de que Teherán replicará con la estrategia que domina: un conflicto asimétrico donde ataques a intereses o aliados regionales o globales de EEUU le favorece más que una guerra tradicional.

El Pentágono, en cualquier caso, anunció ayer el envío de unos 3.500 militares a Oriente Próximo como refuerzo ante la volatilidad de la situación y el Departamento de Estado urgió a todos los estadounidenses a abandonar «inmediatamente» Irak.

Justamente Irak, hasta hace poco sacudido por las protestas de ciudadanos contra el gobierno y la injerencia iraní, se ha convertido en el escenario de guerra del recrudecido enfrentamiento entre Washington y Teherán. Fue allí donde el 27 de diciembre murió un contratista estadounidense en el ataque lanzado por Brigadas de Hizbolá, una muerte a la que EEUU respondió dos días después atacando en Irak y Siria cinco posiciones de esa milicia chií apoyada por Irán, a lo que siguieron dos días de asedio a la embajada estadounidense en Bagdad.

Según el Pentágono, era el general Soleimani quien estuvo detrás de ese asedio. Se le ha acusado también, aunque sin dar detalles, de que estaba «activamente desarrollando planes para atacar a diplomáticos y militares».

Y esas son las bases de la argumentación, así como responsabilizarle de cientos de militares muertos y miles heridos en la región, con la que primero el Pentágono y luego el propio Trump y su secretario de Estado, Mike Pompeo, trataron de justificar la decisión de asesinarlo lanzando misiles desde un dron en el aeropuerto de Bagdad. En ese ataque murieron varias personas más.

La acción militar de EEUU tensa también hasta el extremo las ya delicadas relaciones con Irak y desvía el foco de la injerencia iraní en el país hacia la de Washington.

El primer ministro, Adel Abdul Mahdi, definió lo ocurrido como un «acto de agresión» y una «violación flagrante de la soberanía iraquí», así como de las «condiciones para la presencia de fuerzas de EEUU en Irak», una presencia que componen algo más de 5.000 efectivos y que se va a debatir hoy en una sesión de emergencia en el parlamento iraquí. La decisión de Trump fue recibida con cautela o crítica por otros, incluyendo aliados de Irán como Rusia y China.

REACCIONES / El presidente ruso Vladímir Putin, en una conversación con Emmanuel Macron, alertó de que la acción de Trump «puede agravar seriamente la situación en la región» y Moscú habló de «paso temerario». Y mientras el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, recordaba que «el mundo no se puede permitir otra guerra en el golfo», desde Pekín se pedía mayor responsabilidad en el futuro sobre este tema.