Trump será juzgado políticamente por el Congreso, después de que los demócratas impusieran el miércoles su mayoría en la Cámara de Representantes para formalizar el impeachment contra el presidente por sus gestiones en Ucrania y sus maniobras posteriores para encubrirlas. La votación de los cargos que se le imputan se resolvió sin un solo voto a favor de los conservadores, un partido que en solo tres años ha pasado de ver a Trump con desconfianza y bochorno a encumbrarlo como un semidiós infalible. Ni uno solo de los republicanos llegó a censurar si quiera su comportamiento. El presidente dejó claro que no pretende cambiar. Su respuesta al impeachment está en las antípodas de la que dio Bill Clinton hace exactamente 21 años al correr la misma suerte. «Debemos acabar con las políticas de la destrucción personal», dijo el demócrata desde la Casa Blanca antes de pedir un alto al «partidismo excesivo, la animosidad obsesiva y el enfado incontrolado». Trump en cambio se fue a Michigan a dar un mitin de «Feliz Navidad». Durante dos horas cargó sin clemencia contra sus rivales, a los que acusó de querer anular el resultado de las elecciones «tras tres años de siniestras cazas de brujas, bulos y estafas» y describió más como «traidores» en un email de su campaña.

El proceso entra ahora en una fase incierta. Los republicanos pasan a tomar las riendas del juicio en el Senado, donde Trump tendrá que defenderse de los cargos de «abuso de poder» (por poner al servicio de sus intereses personales la política exterior para forzar a Ucrania a investigar a sus rivales políticos) y «obstrucción al Congreso» (por tratar de entorpecer la posterior investigación parlamentaria). Lo hará a través de sus abogados porque no se espera que testifique. Los senadores estadounidenses ejercerán de jurado y, aunque la ley establece que tienen que actuar de forma imparcial e independiente, el líder de los republicanos en la Cámara Alta ha reconocido que está «coordinando completamente» sus acciones con la Casa Blanca.

JUICIO SIN TESTIGOS / Mitch McConnell quiere un juicio sin testigos, rápido y expeditivo para absolver cuanto antes al presidente aprovechando la mayoría conservadora en la Cámara Alta. Ya ha rechazado la lista de testigos presentada por los demócratas, que incluía al jefe de gabinete, Mitch Mulvaney, y el exasesor de Seguridad Nacional, John Bolton, y ha dicho que «no hay ninguna opción» de que Trump sea apartado del cargo. En esa misma línea se ha manifestado su correligionario, Lindsey Graham. «No voy a pretender que seré imparcial como jurado».

El punto de partida esgrimido por los conservadores ha soliviantado a los demócratas. «Hasta ahora no hemos visto nada que nos parezca justo», afirmó el jueves Nancy Pelosi.

Su partido pretendía que el proceso político comenzara a principios de enero para que no se solape demasiado con el arranque de las primarias demócratas en febrero. Pero ante las dificultades que están encontrando barajan dejarlo en el aire hasta que los republicanos fijen las reglas y comprueben si les dan las mínimas garantías procesales.

Nadie sabe a ciencia cierta qué impacto tendrá el impeachment en las elecciones de noviembre. El país está totalmente polarizado, partido en dos mitades casi idénticas cuando se le pregunta en las encuestas si Trump debería ser destituido.

Lo que parece bastante claro es que el presidente sobrevivirá al juicio como ha hecho durante toda su vida, una vida en la que ha pasado muchas horas en la puerta de los juzgados.