Durante la campaña se convirtió en uno de los gritos de guerra de sus seguidores, aquel «enciérrenla» que resonó con machacona intensidad durante la Convención Republicana en Cleveland. Y Donald Trump siempre lo espoleó. Durante uno de los debates televisados llegó a prometer que nombraría un fiscal especial para investigar a Hillary Clinton por sus presuntos «crímenes». «Nunca se han visto tantas mentiras, tantos engaños», dijo en octubre cuando todavía era el candidato republicano. Pero aquella actitud justiciera parece haber pasado ahora a mejor vida. Trump aseguró anoche que no quiere hacerles daño a los Clinton. Sus asesores han sido todavía más tajantes, al afirmar que no perseguirá judicialmente a su rival demócrata.

El próximo presidente de Estados Unidos ha confirmado su cambio de parecer en una entrevista con The New York Times, en la que también ha suavizado sus posiciones respecto al cambio climático. «No quiero hacerle daño a los Clinton, de verdad que no quiero», ha asegurado el magnate inmobiliario. «Ella ha pasado por mucho y ha sufrido enormemente de distintas formas».

Trump no ha aclarado si renuncia de forma definitiva a cumplir con la que era una de las promesas más sensacionales de su campaña, pero sí ha dicho que no está muy convencido. «Creo que dividiría al país». Ese cambio de actitud ya lo esbozó durante la primera entrevista que dio tras ganar las elecciones, en aquel caso al programa 60 Minutes, cuando dijo que los Clinton eran «buena gente».

RELACIÓN ROTA POR LA CAMPAÑA

Lo cierto es que, hasta el inicio de la campaña, las dos familias tenían una buena relación. Los Clinton asistieron como invitados a la tercera boda del magnate, la que le unió a su actual mujer, Melania. Pero esa cordialidad desapareció en medio del fragor político. Trump le puso a su rival el mote de «Hillary, la deshonesta» e hizo de las sospechas sobre sus e-mails y sobre la Fundación Clinton dos de sus argumentos principales para desacreditar a la demócrata. De nada sirvió que el FBI se negara a presentar cargos tras una larga investigación.

El cambio de actitud no ha gustado a sus seguidores más acérrimos. «Promesa rota: Trump 'no desea perseguir' a Clinton por sus e-mails», titulaba Breitbart, uno de los portales de la derecha alternativa, dirigido hasta hace poco por Steve Bannon, la mano derecha del neoyorkino. Pero así está siendo desde que el empresario ganó las elecciones. Desde entonces apenas ha dicho nada de sus propuestas más polémicas y se ha mostrado conciliador con sus enemigos y pragmático respecto a sus planes de futuro.

GIRO SIGNIFICATIVO

En la misma entrevista con The New York Times ha sugerido que está abierto a que Estados Unidos siga siendo parte del Acuerdo del Clima de París y ha reconocido que hay «cierta conexión» entre la actividad humana y el calentamiento del planeta. Esas declaraciones representan un giro potencialmente significativo respecto a las ideas expresadas durante la campaña, que han alarmado a la comunidad científica y a los ecologistas.

Trump había prometido retirar a su país del Acuerdo del Clima para reducir las emisiones contaminantes y cancelar desde el primer día de su mandato la contribución a los programas de Naciones Unidas dedicados a luchar contra el calentamiento global. De la entrevista, no está claro si pretende dar marcha atrás, pero sí se deduce que está dispuesto a contemplarlo. «Lo estoy estudiando muy de cerca. Tengo la mente abierta al respecto», dijo en referencia al acuerdo de París.

También se alejó de sus posiciones negacionistas respecto a la influencia humana en el cambio climático. «Creo que hay alguna conexión. Alguna, algo. La cuestión es cuánto».

Desde que escribió aquello de que el calentamiento global fue «un invento de los chinos» para restar competitividad a la industria estadounidense, Trump se había alineado con la opinión mayoritaria del Partido Republicano, más proclive a proteger los intereses de las petroleras que del planeta.

Pero no siempre fue así. En el año 2009, el constructor estampó su firma en una carta firmada por empresarios que reclamaban inversiones en energías limpias para «reducir las emisiones dañinas que están poniendo en peligro al planeta».

Los cambios de posicionamiento son una constante en su carrera. En función de los intereses del momento, Trump es proabortista o antiabortista, demócrata o republicano, desprecia a Barck Obama o lo ama. «Tuve una gran reunión con el presidente Obama. Me gusto realmente mucho», dijo ayer en la entrevista. En ella también aseguró que le «encantaría ser el hombre que firme la paz entre Israel y los palestinos», una empresa para la que cuenta con el asesoramiento de su yerno, Jared Kushner, un millonario judío ortodoxo con extensas conexiones en el Estado hebreo.