Las primarias que este martes se celebraron en Nueva York y Kentucky tienen en vilo a los demócratas, ansiosos por conocer varios resultados que pueden arrojar luz sobre el avance del ala más progresista del partido frente al aparato. Toca, no obstante, esperar, porque muchos de los votos en comicios marcados por la pandemia del coronavirus se han emitido por correo. Y en esa espera hay señales preocupantes para lo que se puede avecinar en las presidenciales de Estados Unidos del 3 de noviembre, y no solo por la potencial tardanza en conocer un resultado salvo que uno de los candidatos barra con contundencia inapelable, sino porque el presidente Donald Trump está embarcado en una ominosa y bien financiada lucha para desacreditar el voto por correo y frenar la expansión de su uso.

El empeño de Trump en agitar desacreditados fantasmas de fraude no es nuevo. Ya lo hizo en 2016 e incluso una vez que había llegado a la Casa Blanca, donde creo una comisión con el supuesto objetivo de garantizar la "integridad" de las elecciones que se desarticuló sin encontrar indicio alguno de juego sucio.

Desde la irrupción del coronavirus en EEUU hace unos meses, y conforme se alteraban primarias y los demócratas buscaban ampliar el voto por correo, el mandatario ha ido intensificando sus ataques. Y los ha escalado en los últimos días, justo cuando las encuestas van degradando sus perspectivas con votantes cada vez más descontentos con su gestión de la crisis sanitaria y la respuesta a las protestas sociales por las relaciones raciales.

TUITS SEÑALADOS

Sus afirmaciones falsas ya le valieron la primera alerta que puso sobre uno de sus mensajes Twitter.

Y otros colgados en las últimas horas en la red social inciden en su línea argumental. El lunes, dos días después del fiasco de asistencia a su mitin en Tulsa (Oklahoma), colgó dos tuits clamando que "el voto por correo llevará a una elección amañada" y haciéndose eco de una denuncia del fiscal general William Barr que ha sido desacreditada de que "millones de papeletas serán impresas por países extranjeros".

También el lunes Trump denunció que "ellos" (en referencia a los demócratas) estaban "usando el covid para hacer trampas con el voto por correo" y subrayaba que se votó sin problemas durante las dos guerras mundiales (ante lo que algunos le han recordado, por ejemplo, que precisamente los soldados de EEUU pueden desde la guerra civil votar a distancia).

Su discurso obvia los mecanismos de control establecidos para el voto por correo, que es el método principal en cinco estados, en 28 está permitido sin necesidad de dar razones y en 17 se puede conseguir con una justificación y que él personalmente ha usado en alguna elección. Trump obvia también los numerosos estudios que apuntan a una prácticamente nula incidencia de fraude con un tipo de voto que en las presidenciales del 2016 donde él ganó ya usaron un cuarto de los votantes.

Pero Trump no ceja y el martes prosiguió con su martilleo. "Si la gente puede salir y manifestarse y hacer revueltas, pillaje en tiendas y todo tipo de caos también pueden salir y votar y mantener nuestras elecciones honestas", escribió antes de insistir en la sugerencia de fraude potencial.

20 MILLONES PARA DEMANDAS

El asalto de Trump no es, en cualquier caso, solo cuestión de tuits y forma parte de una estrategia organizada y bien financiada. Si ya en febrero el Comité Nacional Republicano y la campaña de reelección de Trump anunciaron que destinarían 10 millones de dólares para luchar en los tribunales contra esfuerzos demócratas en varios estados por relajar restricciones al voto por correo, en mayo doblaron el presupuesto hasta los 20 millones. "Mi mayor riesgo es que no ganemos esas demandas", admitió la semana pasada a 'Politico'. "Si no las ganamos, creo que pondrá la elección en riesgo".