Estados Unidos y Corea del Norte cocinan la segunda cumbre presidencial. Kim Jong-un la ofreció por carta a Donald Trump el viernes y la Casa Blanca ya estudia la fecha. Tampoco había requerido mucho debate la anterior propuesta norcoreana: Trump sólo necesitó 45 minutos para aceptar la histórica y mediática cumbre de junio en Singapur. De aquella, tres meses después, sólo quedan las buenas intenciones y la sintonía personal entre ambos líderes. Sería recomendable que en la próxima abordaran garantías de cumplimiento para que el proceso de desnuclearización trascendiera las ampulosas promesas.

La carta de Kim Jong-un es muy cariñosa y positiva, ha aclarado Sarah Sanders, portavoz de la Casa Blanca. Su principal objetivo es pedir y fijar otra reunión con el presidente, con la que estamos de acuerdo y ya estamos coordinando, continuó. En ella se subraya el vigente compromiso de centrarnos en la desnuclearización de la península terminó. La Casa Blanca no hará pública la carta si Pionyang no da su permiso.

Moon Jae-in, presidente surcoreano, agradeció el gesto y recordó que sólo el diálogo entre Estados Unidos y Corea del Norte puede resolver el asunto. Moon, catalizador del deshielo, se reunirá la semana próxima con Kim Jong-un. Será la tercera cumbre entre ambos desde abril y la primera en Pionyang.

Desfile militar

La carta forma parte de la ofensiva norcoreana del fin de semana para reconducir un proceso que se había empezado a agriar tan pronto Trump y Kim Jong-un se despidieron en Singapur. El desfile militar para conmemorar el 70 aniversario de la fundación del país fue un guiño a Washington: Pionyang dejó los misiles intercontinentales en el garaje, centró los discursos oficiales en cuestiones económicas y obvió el desarrollo nuclear. Fue un gesto de buena fe, corroboró Sanders. Trump ya había agradecido la mesura. Gracias, presidente Kim. Los dos probaremos que todo el mundo está equivocado, dijo por Twitter en referencia al clima escéptico.

El triunfalismo de Trump en Singapur se reveló pronto como excesivamente optimista. Aquel acuerdo, apenas medio folio con vaporosas referencias a la paz y al entendimiento entre pueblos, no contemplaba ni la entrega de un listado pormenorizado de armas e instalaciones, ni la fiscalización del desarme por inspectores internacionales, ni un calendario. El proceso quedó en manos de la buena fe de las partes y hoy ambos acumulan reproches.

Denuncia Washington que los análisis de imágenes satelitales revelan que Pionyang sigue fabricando misiles intercontinentales y está ampliando otras instalaciones ligadas a su programa nuclear. El secretario de Estado, Mike Pompeo, informó al senado de que Pionyang está elaborando uranio y plutonio. Corea del Norte recuerda que aprobó una moratoria unilateral de lanzamientos de misiles y ensayos nucleares, liberó a prisioneros estadounidenses, devolvió los restos de soldados muertos en la guerra, destruyó su principal silo nuclear y que aún espera que Estados Unidos levante una sola de las sanciones que estrangulan su economía.

Pocos progresos

Trump canceló el mes pasado la visita a Pionyang de su secretario de Estado, Mike Pompeo, porque sentía que no se estaban produciendo los suficientes progresos en el proceso de desnuclearización. Muy probablemente le ahorró otro desaire a Pompeo, que en el anterior viaje a la capital norcoreana no recibió la audiencia de Kim Jong-un y fue despedido por la prensa oficial con acusaciones de comportamiento gansteril por sus muchas exigencias y ninguna contrapartida.

Los reproches cruzados de Estados Unidos y Corea del Norte por faltar a sus compromisos de Singapur han convivido con los esfuerzos de los líderes por mantener la buena sintonía personal. Trump ha asegurado que tendría toda la paciencia del mundo con su homólogo y este repitió esta semana que mantiene una confianza inmarchitable en el primero.