El auge del racismo y la xenofobia, de la ideología de supremacía blanca y de los crímenes de odio y el terrorismo nacional es una realidad con raíces muy profundas en Estados Unidos que ha resucitado con intensidad en los últimos años y desde la llegada de Donald Trump a la presidencia. La violencia con armas de fuego es una auténtica epidemia sin una respuesta política efectiva en el país. El letal cóctel ha estallado en su más trágica expresión este fin de semana con dos tiroteos masivos en menos de 24 horas en los grandes almacenes Walmart de El Paso (Tejas) y en una zona de ocio nocturno en Dayton (Ohio), ataques que han dejado al menos 29 muertos y 43 heridos. Y las posiciones ideológicas de al menos uno de sus autores han vuelto el foco hacia el discurso nacionalista de la Casa Blanca.

El Departamento de Justicia anunció ayer que investiga como «terrorismo nacional» las acciones de Patrick Crusius, el joven blanco de 21 años que el sábado se entregó a la Policía tras sembrar el terror en El Paso en una masacre con un rifle que dejó 20 muertos y 26 heridos que es la octava peor en la poblada historia de los tiroteos en EEUU y la mayor donde la motivación principal es el odio a los hispanos. Se estudia además imputarle cargos federales por «crímenes de odio» y de armas que podrían conllevar la pena de muerte contra Crusius, al que se vincula con un manifiesto xenófobo donde justificaba su acción como «respuesta a la invasión hispana de Tejas».

En el tiroteo de Dayton el autor fue identificado como otro joven blanco, Connor Betts, de 24 años. Aunque algunas imágenes suyas en redes sociales apuntan a la afinidad ideológica con Trump, su motivación se desconoce de momento y entre sus nueve víctimas mortales están su hermana y el novio de esta, Betts, que usó un arma semiautomática y llevaba varios cargadores de alta capacidad, fue abatido en menos de un minuto por la policía pese a que llevaba un chaleco antibalas pero dejó también 27 heridos.

Trump, de momento, no ha comparecido públicamente y en un comunicado anunciando que las banderas oficiales ondearán hasta el día 8 a media asta ha hablado de las masacres como «actos odiosos y cobardes» y «sin sentido». «No hay razones o excusas que justifiquen nunca matar a gente inocente», escribió en Twitter tras conocer la matanza de El Paso.

ACCIONES POLÍTICAS / Muchos, no obstante, relacionan lo ocurrido con el discurso y las acciones políticas que han marcado su candidatura y su mandato, en el que ha usado frecuentemente para hablar de los inmigrantes términos como «invasión», que aparece en el manifiesto vinculado a Crusius. Uno de los más directos en trazar esa conexión ha sido el exrepresentante de El Paso y actual candidato a la nominación demócrata Beto O’Rourke, que en varias declaraciones a medios y en redes sociales ha identificado a Trump como un nacionalista blanco, un «racista abierto y reconocido» que «no solo tolera este tipo de racismo abierto, lo anima» y «lleva a la violencia».

Otros aspirantes demócratas han señalado también al mandatario. «Quiero decir con claridad moral que Donald Trump es responsable de esto, responsable porque agita miedos y odio, responsable porque no ha tomado medidas para condenar la supremacía blanca», dijo el senador negro Corey Booker. «El nacionalismo es el mal, está inspirando a la gente para cometer asesinatos y está siendo consentido en los más altos niveles por el gobierno», declaró Pete Buttigieg.

El jefe en funciones del gabinete de Trump, Mick Mulvaney, denunció como «inapropiadas» las críticas al presidente. Aseguró que los autores de los atentados son «gente enferma» e incluso apeló a una línea del supuesto manifiesto de Crusius en la que dice que sus posturas «preceden a Trump y su campaña por la presidencia».

Mulvaney también aseguró que Trump no minimiza la amenaza que representa el auge global del nacionalismo aunque tras la matanza de 51 personas en dos mezquitas de Nueva Zelanda en marzo el mandatario restó importancia a esa tendencia hablando de «un pequeño grupo de gente que tiene problemas muy serios». La Casa Blanca se ha mostrado disposición a reabrir el debate sobre la regulación de armas de fuego.