La crisis venezolana ha entrado en otra fase altamente peligrosa: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió acelerar los tiempos desde el momento en que reconoció al titular de la Asamblea Nacional (AN, Parlamento) Juan Guaidó, como presidente legítimo del país sudamericano. El breve comunicado de Trump no sorprendió a nadie en Caracas. Tampoco sus exigencias. EE.UU le reclamó a otros países “occidentales” hacer lo mismo. También insinuó mayores presiones financieras y económicas para acelerar el desenlace que tanto ha promovido: la salida del poder de Nicolás Maduro. En las calles de Venezuela se pidió por ello y, también, se denunció una conjura internacional en ciernes. “¡Y va caer, y va a caer, este Gobierno va a caer!”, gritaron unos. “No al golpe fascista”, respondieron otros. Al menos cuatro personas perdieron la vida, según versiones periodísticas no confirmadas.

Confiada en la bendición de Trump, la AN llamó al antichavismo y a los descontentos con Maduro a sumarse a la que consideran su batalla decisiva. La plaza Juan Pablo II, en una de las zonas más prósperas de una Caracas pauperizada, fue el centro de las protestas. Juan Guaidó fue allí recibido con aclamaciones. “¡Presidente, presidente!”, lo llamaron y le pidieron que preste juramento a ese cargo. Guaidó no los defraudó. Levantó su mano y, “ante Dios todo poderoso”, asumió “formalmente la competencia del Ejecutivo de la Nación como presidente encargado”. Tras la autoproclamación, le tomó juramento a los manifestantes, que se comprometieron a luchar “contra el usurpador hasta lograr plenamente” el restablecimiento de la Constitución. “Sabemos que esto va a tener consecuencias”. El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) había ordenado a la fiscalía “actuar de forma inmediata” contra las autoridades de la AN por realizar actos declarados inconstitucionales. Guaidó dijo que no tenía miedo de ser detenido.

Aseguró además que la escena de masas de la plaza Juan Pablo II se había repetido en 53 concentraciones en todo el país y en disrtintas partes de mundo. Y remarcó que el 23 de enero, cuando se cumple aniversario de la caída del dictador Marco Pérez Jiménez, los venezolanos comenzaron a recuperar su independencia. “Hemos esperado este momento por años”. Maduro había sostenido que la AN es la cabeza de playa de una intervención internacional impulsada por Washington. “¿Se viene la invasión? Es puro cuento”, dijo Guaidó y aseguró que el Congreso que encabeza ha comenzado a asumir competencias en el ejercicio del poder. “¿A quién reconoce la comunidad internacional? Una banda no hace presidente”. Con el nuevo aval norteamericano, el Parlamento informó que ha comenzado a diseñar los mecanismos para hacer efectivo un canal humanitario que permita a la población mitigar los problemas de alimentos y medicinas. El anuncio supone un desafío mayúsculo para Maduro.

EL FACTOR MILITAR

Pero más audaz fue la otra revelación hecha por Guaidó a sus seguidores: el próximo sábado se promoverá una ley de amnistía para militares y civiles para “que se pongan del lado de la Constitución”. Las instituciones castrenses son hasta ahora el pilar del madurismo pese a las expresiones de descontento, el arresto de 180 uniformados y las deserciones. Los altos mandos se mantienen al lado del presidente. No en vano, en sus propios mitines el chavismo alabó la “indestructible” unión cívico-militar en su lucha contra la “oligarquía”. La expectativa opositora es que ese lazo se fisure.

En otra parte de Caracas y como si fuera una realidad paralela, Maduro encontró también su respaldo bajo los lemas “defender la paz y la unión nacional”. Guaidó estimó que el Gobierno fracasó en su intento. “Los ciudadanos que iban a la contramarcha se vinieron acá”. Como en 2014 y 2017, las cortinas de gas lacrimógeno volvieron a esparcirse en diferentes puntos de la ciudad donde el chavismo tiene menos adeptos. Todo puede ser peor porque no se vislumbra un horizonte mínimo de negociación entre las partes confrontadas. El expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero afirmó les que Venezuela no está exenta de terminar en “un conflicto civil con consecuencias que pueden ser dramáticas”.