Para Donald Trump cambia el escenario pero no el mensaje, ni la estrategia. Este sábado, un día después de ofrecer en el Monte Rushmore un divisivo y exaltado discurso donde azuzó guerras culturales y alertó contra un nuevo fascismo de extrema izquierda, el presidente de Estados Unidos volvió a dirigirse a la nación en las celebraciones del Día de la Independencia con una intervención polarizante trazada sobre las mismas líneas de la víspera. A cuatro meses de una complicada cita con las urnas en busca de la reelección frente a Joe Biden, Trump ha dejado claro que ha elegido su camino.

En el discurso en la capital sumó nuevos enemigos a una lista en la que esta vez aparecieron además de la izquierda radical, los marxistas, anarquistas, agitadores y saqueadores. Incluyó, además, otra de sus dianas habituales, los medios de comunicación, a los que acusó de etiquetar falsa y consistentemente a sus oponentes como racistas que condenan a ciudadanos patriotas. Y volvió a hablar de estatuas y monumentos y héroes americanos. No permitiremos que turbas airadas derriben nuestras estatuas, borren nuestra historia, adoctrinen a nuestros niños o pisoteen nuestras libertades dijo al lanzar una defensa del estilo de vida americano que, aseguró, empezó en 1492 cuando Colón descubrió América.

TRINFALISMO ANTE LA PANDEMIA

Como en el acto en Rushmore, entre los asistentes al acto en la Casa Blanca no dominaba el uso de mascarillas pero, a diferencia de en Dakota del Sur, Trump en este discurso dedicó algo más de una frase a hablar del coronavirus, aunque no de sus víctimas. Y lo hizo para reincidir en sus criticas a China, a la que responsabilizó de la terrible plaga y de la que prometió que rendirá cuentas pero, sobre todo, para dar un discurso triunfalista sobre la crisis sanitaria y económica, un mensaje para tratar de contrarrestar las críticas a su gestión y respuesta que se ven en sondeos generales y, más preocupante para él, electorales.

Aunque el país suma ya más de 2.8 millones de contagios y cerca de 130.000 fallecidos y la pandemia sigue avanzando, especialmente por el sur y el oeste pero con aumento de casos registrados en 37 estados, Trump aseguró que EEUU han aprendido a apagar la llama y está al alcance una victoria tremenda. Y esta vez no llegó a sugerir que para lograrla había que ralentizar las pruebas, algo que hacía dos semanas atrás, pero sí aseguró, sin ofrecer nada en que sustentar la afirmación, que el 99% de los casos (detectados) son completamente inocuos. También afirmó que habrá una solución terapéutica y o una vacuna mucho antes de que acabe el año, algo que ninguna autoridad o entidad científica garantiza.

El mensaje triunfalista es ya parte de la agenda electoral de Trump. Y volvió a escucharse en Washington, antes de que la exhibición militar aérea llenara el cielo donde luego estallarían fuegos artificiales, suspendidos o reducidos en el 80% de celebraciones del país para evitar aglomeraciones que puedan propiciar los contagios y a los que la alcaldía de Washington había mostrado oposición. Nuestro país está recuperándose, nuestros números de empleo son espectaculares, están pasando muchas cosas que la gente aún no ve, dijo Trump. Estamos en camino de una victoria tremenda. Va a pasar y va a ser a lo grande. Nuestro país será más grande que nunca antes. Fue su lema de campaña en 2016 y lo sigue siendo en un país cambiado y en crisis en 2020: 'Make America Great Again'.