No habrá consecuencias para Arabia Saudí por el brutal descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi en su consulado de Estambul. Así se desprende del comunicado emitido este martes por Donald Trump, ocho párrafos en los que reafirma su intención de mantener la alianza con Riad para proteger los intereses de Estados Unidos e Israel en la región. En el comunicado pone también en duda las conclusiones de sus propios servicios de espionaje que, según la prensa estadounidenses, habrían determinado que el príncipe heredero Mohamed Bin Salman ordenó el asesinato del colaborador de The Washington Post. “Podría ser perfectamente que el príncipe heredero tuviera constancia de este trágico hecho. Quizás lo hizo, pero quizás no”, ha dicho Trump.

Se espera que el informe de la CIA se entregue al presidente esta misma tarde, pero Trump no ha esperado a tener el documento sobre la mesa para expresar sus intenciones. “EE UU pretende seguir siendo un socio firme de Arabia Saudí para asegurar nuestros intereses, los de Israel y del resto de nuestros socios en la región”, dice en un comunicado que lleva por subtítulo el eslogan ‘América, primero”. En el texto deja claro que le preocupan más las inversiones saudís en EE UU y la cooperación de sus dirigentes contra Irán que los derechos humanos. “Puede que nunca conozcamos todos los detalles del asesinato de Khashoggi. En cualquier caso, nuestra relación es con Arabia Saudí”.

El líder estadounidense ha abrazado la narrativa del régimen de Riad. En el comunicado recuerda que tanto el rey Salman como el príncipe heredero han negado cualquier responsabilidad en el asesinato y alimenta las dudas sobre la integridad del periodista diciendo que Riad lo consideraba “enemigo del Estado” y miembro de la Hermandad Musulmana, una afiliación que ha negado la familia de Khashoggi. También presenta a la patria del wahabismo, la ideología que exporta el radicalismo islámico alrededor del mundo, como “el líder en la lucha contra el terrorismo radical islámico”.

Pero si en algo patina Trump, ya sea por desconocimiento o por falsear deliberadamente la realidad, es al presentar la cooperación saudí contra Irán como un gesto hacia EE UU. “Han sido grandes aliados nuestros en la muy importante lucha contra Irán”, dice el texto. La realidad es justo la contraria. La realidad es justo la contraria. El régimen suní lleva años haciendo lobi para que EE UU apriete las tuercas al Irán chií y fuerce un cambio de régimen en Teherán. La suya es una política visceral, no solo basada en cálculos geoestratégicos, sino fundamentalmente en la intolerancia que los wahabís sienten hacia el chiísmo.