Donald Trump ha cerrado esta noche uno de los capítulos más rocambolescos de su atolondrada presidencia. El presidente de Estados Unidos ha suspendido su viaje a Dinamarca por el rechazo del país escandinavo a contemplar la venta de Groenlandia, la mayor isla no continental del planeta, seis veces más grande que Alemania. El anuncio ha llegado a través de Twitter, dos días después que Trump confirmara su interés en comprar Groenlandia por su valor estratégico, una transacción que definió como una gran operación inmobiliaria. Estaba previsto que el jefe de la Casa Blanca viajara a Copenhague el próximo 2 y 3 de septiembre tras ser invitado por la reina Margarita II. Dinamarca forma parte de la OTAN y es un férreo aliado de EE UU, al que ha apoyado con tropas en Afganistán e Irak.

Dinamarca es un país muy especial con gente increíble, pero a raíz de los comentarios de la primera ministra Mette Frederiksen, que dijo no estar interesada en discutir la compra de Groenlandia, he decidido posponer para otro momento nuestra reunión prevista en dos semanas, escribió el estadounidense en su red social de cabecera. Trump también le agradeció que haya sido tan directa, lo que a su juicio ha servido para ahorrarle a los dos países muchos gastos y esfuerzos. La pataleta del presidente llega solo dos días después de que los daneses recibieran su oferta con una mezcla de incredulidad, estupor y mofa.

Frederiksen la calificó de absurda y subrayó que el territorio autónomo de Groenlandia, en manos danesas desde 1812, no está en venta. Otros políticos fueron menos sobrios en su respuesta. Si es cierto que está pensando en eso, es la muestra definitiva de que se ha vuelto loco, dijo el diputado del Partido Popular danés y portavoz en la comisión de Exteriores, Soren Espersen.

Según ha publicado la prensa estadounidense, Trump llevaba semanas dándole vueltas a la idea y comentándola con sus asesores. Entre todos llegaron a esbozar una oferta, que hubiera consistido en hacerse cargo en perpetuidad de los cerca de 600 millones de dólares que Dinamarca transfiere anualmente a la isla en forma de subsidios y ofrecer paralelamente un precio de compra que sirviera de anzuelo para Copenhague. Groenlandia le está haciendo mucho daño a Dinamarca y les cuesta mucho dinero, dijo estos días el estadounidense. El lunes llegó incluso a bromear con un montaje fotográfico colgado en su cuenta de Twitter en el que se ve un rascacielos Trump chapado en oro en medio de casas de madera desperdigadas por la tundra groenlandesa. Prometo no hacerle esto a Groenlandia, escribió.

La gigantesca isla danesa, uno de los territorios menos densamente poblados del mundo, con solo 56.000 habitantes, y una capa de hielo que cubre casi el 80% de su extensión, está enclavada entre el Ártico y el Atlántico. Rica en recursos minerales y naturales, tiene también un enorme valor estratégico, acrecentado por el calentamiento global, que está acelerando el deshielo del Ártico y abriendo potencialmente la región a nuevas rutas comerciales para el transporte de mercancías.

Trump no es el primer presidente de EE UU que ha soñado con echarle el guante a Groenlandia. Harry Truman llegó a ofrecer 100 millones de dólares al Gobierno danés después de la segunda guerra mundial. Durante la contienda, EE UU apostó tropas en su territorio para prevenir una invasión alemana. Desde 1943 tiene en el norte de la isla una base militar aérea.