Quien siembra vientos, recoge tempestades. La sabiduría del refranero quedó patente ayer durante el viaje relámpago de Donald Trump a Ohio y Tejas para consolar a las víctimas de los tiroteos del pasado fin de semana, en los que fueron asesinadas más de 30 personas en dos incidentes separados en Dayton y El Paso. El presidente se topó con las protestas de cientos de ciudadanos que le acusan de fomentar la división social y el clima de odio con su retórica incendiaria hacia los inmigrantes y las minorías, una constante desde que echó a andar su carrera política. Los alcaldes de ambas ciudades lo recibieron plegándose al protocolo, pero los dos le expresaron reproches hacia su lenguaje xenófobo y su pasividad ante la violencia armada que desangra al país.

Ni siquiera en los momentos más duros de duelo nacional Trump es capaz de plegarse al guion y hacer un poco de introspección para sanar las heridas. Antes de subirse al avión en Washington, se dedicó a fustigar a sus detractores, rivales políticos y medios de comunicación, desdeñando la sensibilidad del momento y la tradición de sus predecesores, que se esforzaron por aparcar la trifulca política en los momentos de tragedia nacional.

Al ser preguntado sobre si su retórica está envalentonando a los supremacistas blancos, como el pistolero que mató a 22 personas en El Paso, Trump respondió que sus detractores «son gente política que solo busca ganar puntos» y se presentó como un modelo de civismo. «Mi retórica une a la gente. A nuestro país le está yendo estupendamente».

No es así como lo ven sus conciudadanos. La gran mayoría cree que Trump ha agravado el tono negativo del discurso político, según una encuesta reciente del Pew Research Center, una opinión expresada por varios dirigentes y candidatos demócratas. «Creo que su retórica le ha dolido a mucha gente en mi comunidad y creo que la gente debe plantarse para decir que no se alegran de su visita», dijo la alcaldesa de Dayton, Nan Whaley, poco antes de que el presidente aterrizara en la ciudad. El domingo un veinteañero mató allí a nueve personas en una zona de copas. A una madre de dos hijos, a un padre de cuatro, a un psicólogo que celebraba su reciente pasantía en un hospital…

Trump visitó uno de los hospitales donde están internados algunos de los heridos acompañado por su esposa Melania. Felicitó a los médicos y trató de confortar a algunos de los heridos. «Dios te ha cuidado. Quiero que sepas que estamos plenamente contigo», le dijo a una de las víctimas, según un responsable de prensa de la Casa Blanca.

Fuera del hospital le esperaban unos 150 manifestantes, que le reclamaron medidas para frenar la violencia armada. «Haz algo ahora», gritaban según las imágenes de televisión, lo mismo que le reclamó la alcaldesa de la ciudad. «Ha dejado muy claro que no es serio respecto al control de armas. Se dedica a dividir a la gente. No le queremos aquí», dijo a la CNN Lynell Graham, una de las manifestantes.

Pocos lugares han sido objeto tan directamente del escarnio y la demagogia de Trump como la fronteriza El Paso. En su último discurso del Estado de la Unión, Trump dijo que fue una de las urbes más peligrosas de América hasta que se levantó allí el muro, una afirmación completamente falsa. Un mes más tarde dedicó a repetir que los inmigrantes indocumentados que abundan en sus calles, son «asesinos, asesinos, asesinos».

CIUDADANO ILUSTRE / Antes de su llegada, uno de sus ciudadanos más ilustres le dijo que no era bienvenido. «Este presidente, que ayudó a crear el odio que hizo posible la tragedia del sábado, no debería venir a El Paso», dijo el candidato demócrata Beto O’Rourke. El supremacista blanco que mató a 22 personas el pasado fin de semana en un centro comercial de la ciudad justificó sus acciones invocando la supuesta «invasión hispana de Tejas», la misma «invasión» que Trump azuza frecuentemente para movilizar a sus bases en contra de los inmigrantes.

El presidente no hizo declaraciones en Ohio, pero sí tuvo tiempo para seguir tuiteando contra sus rivales políticos entre abrazo y abrazo a las víctimas. «Estoy viendo el discurso del Soporífero Joe. Es aburridísimo. La audiencia de los Patéticos Medios se morirá». Se refería al exvicepresidente Joe Biden, quien horas antes afirmó que Trump «no tiene ningún liderazgo moral» y «ha inflamado las llamas del supremacismo blanco» con su retórica.