C uando el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, abrió ayer en Nueva York la inédita sesión de debate anual de la Asamblea General, forzada este 2020 a ser casi virtual por el coronavirus, recordó que el mundo «no puede permitirse un futuro en que las dos mayores economías creen una gran grieta que divida el globo». Hablaba el portugués de una distancia económica y tecnológica entre EEUU y China, pero la referencia era más amplia, a la tensión entre Washington y Pekín.

Y ese duelo se desplegó poco después de que el portugués advirtiera de que se está yendo «en una dirección muy peligrosa», cuando en sendos discursos grabados Donald Trump y Xi Jinping verbalizaron el abismo que cada vez les separa más, moviendo las placas tectónicas globales en las que las dos potencias se reposicionan.

En una intervención de escasos siete minutos que podría ser su último discurso ante la ONU, Trump dedicó el núcleo de su mensaje, que no se puede dejar de leer en clave de campaña, a atacar a China. Lo hizo por el coronavirus, por su papel contaminante y sus políticas comerciales. Y era parte de un discurso que el republicano cerraba reiterando su mensaje nacionalista, en contraste a una intervención en la que Xi aprovechó para presentarse como adalid del multilateralismo.

La intervención de Trump no quedó sin respuesta. El embajador chino ante la ONU, en su presentación del discurso de Xi, denunció el «unilateralismo, el proteccionismo y el bullying », alertando contra los que propagan «virus políticos», y desestimó «acusaciones sin base». Xi aceptó las metas de emisiones y neutralidad de carbono de la ONU y anunció donaciones de 100 millones de dólares para ayudar a países vulnerables contra el covid-19. H