El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es un hombre que entiende mejor las cosas con números. Dos que se le presentaron domingo y lunes sobre el coronavirus, un modelo hipotético sobre el peor escenario para EEUU con 2,2 millones de muertes y la caída del 13,5 % en la producción industrial de China en enero y febrero, parecen haber contribuido a que haya dado en las últimas 48 horas un giro de 360 grados en su tono y su discurso. Ha pasado de minimizar el peligro que representa el virus y de grandilocuentes declaraciones como que lo tenían «bajo tremendo control» a asumir públicamente su extrema gravedad y las dificultades que plantea. Y con ese cambio ha llegado un impulso a los esfuerzos para combatir la crisis y sus efectos, tanto en términos sanitarios como económicos.

Ayer, cuando se contabilizaban más de 5.000 casos detectados y 93 fallecidos, el presidente anunció que buscará luz verde en el Congreso a un enorme paquete de estímulo de al menos 850.000 de dólares.

El plan, «grande y audaz» según sus palabras, incluye la idea de realizar en las próximas dos semanas un envío masivo de cheques a los ciudadanos, ya impactados en numerosos estados por cierres de escuelas, bares y restaurantes y otros negocios, como medida para tratar de frenar la propagación. Tendría partidas para ayudar a industrias directamente afectadas como la hotelera y la de las aerolíneas y a pequeñas y medianas empresas. El Congreso ya aprobó un paquete inicial de 8.300 millones de dólares destinados sobre todo al terreno sanitario y se espera que el Senado apruebe pronto otro de 100.000 millones que, entre otras cosas, cubriría para el 20% de trabajadores bajas por enfermedad o familiares pagadas.

También ayer, mientras Trump daba autoridad al Tesoro para ampliar sin penalización 90 días el plazo de pagos de impuestos, que acababa el 15 de abril, la Reserva Federal dio otro paso extraordinario para apoyar la economía al anunciar un programa con un fondo especial para realizar compras de papel comercial, los préstamos a corto plazo de los que dependen los negocios, con lo que contribuirá a que siga fluyendo el crédito.

Son medidas extraordinarias para una crisis extraordinaria que se ha colado también en la campaña electoral. El gobernador de Ohio suspendió las primarias demócratas que se debían celebrar ayer y aunque Illinois, Arizona y Florida continuaban con las votaciones no lo hacían sin problemas.

Aunque descarta de momento un confinamiento a escala nacional, Trump insistió ayer en pedir a los ciudadanos que «se queden en casa y disfruten su salón». También aparcó, en parte, los enfrentamientos con los gobernadores, sobre todo demócratas, que le han pedido más acciones. Dejó abierta la posibilidad de movilizar material de Defensa para reforzar la respuesta médica, como pidió Andrew Cuomo, el gobernador de Nueva York.