El primer ministro griego, Alexis Tsipras, superó ayer por la noche, una moción de censura en el Parlamento griego presentada por él mismo —antes de que lo hiciese la oposición— después de que su Gobierno en coalición se rompiera este fin de semana pasado. El responsable de todo ha sido el pacto por el cambio de nombre de Macedonia: el antiguo socio de gobierno de Syriza, la formación nacionalista y conservadora ANEL, estaba en contra del acuerdo, a diferencia de Tsipras y sus ministros, que fueron los que lo impulsaron. Este domingo, ANEL abandonó el Ejecutivo: con ello, Syriza perdió la mayoría parlamentaria.

Abocado ante el abismo, Tsipras decidió poner a prueba sus apoyos en la cámara para seguir gobernando hasta las elecciones programadas para octubre del 2019 y, sobre todo, aprobar el acuerdo con Macedonia. Este fin de semana, el Parlamento macedonio aprobó el texto. Ahora es el turno del griego, que, si no lo hace, todo acabará en papel mojado: un año y medio de negociaciones entre Skopje y Atenas directos a la basura.

Tsipras no lo ha tenido nada fácil: la moción de ayer, como estaba previsto, la superó por los pelos. El primer ministro contó con los votos de su formación (145), parte de los de su antiguo socio de coalición (4), un voto de un diputado independiente y otro del partido de centroizquierda To Potami. En total, Tsipras salvó la cara con 151 votos de los 300 que tiene el Parlamento griego. Rozando el larguero.

Pero, a partir de aquí, se preven curvas. En los próximos días, la cámara baja griega debe votar el acuerdo con Macedonia, la verdadera prueba de fuego para Tsipras. To Potami, quien salvó al primer ministro en la moción de censura, no asegura hacerlo por segunda vez.

«Veo que usted, señor Tsipras, ha conseguido 151 votos para esta moción, pero no me atrevería a decir que lo vaya a hacer en la votación del acuerdo», dijo un diputado de To Potami ayer en el debate parlamentario previo a la votación. La jornada parlamentaria fue tensa hasta el extremo. El líder del principal partido de la oposición, Nueva Democracia (ND), comparó al Gobierno de Syriza con una bolsa de ropa vieja, destartalada y sucia, dijo que Tsipras daña a Grecia y que carece del apoyo popular.

Y, mirando a las encuestas, ND —la formación que gobernó Grecia antes de Syriza— tiene razón: el 65% de los griegos cree que Tsipras tendría que haber perdido la moción de censura de este miércoles; si se celebrasen hoy elecciones, Syriza conseguiría el 15% de los votos y ND el 30%.

La mayoría de griegos, además, siempre según los sondeos, quieren elecciones anticipadas y consideran más capacitado al líder de ND, Kyriakos Mitsotakis, que Tsipras para el cargo de primer ministro.

Ante este panorama, Tsipras lucha a muerte para mantener a flote su gobierno y el pacto con Macedonia: llegar vivo, en definitiva, a las elecciones parlamentarias en octubre y conseguir algo de tiempo para reflotar su popularidad. «Hay veces en las que a uno se le juzga por sus actos y no por sus palabras. Hay tiempos de responsabilidad y de decisiones críticas. Dirigiéndome a todos vosotros, os pido que habléis honestamente; que escuchéis a vuestras conciencias y que respetéis el interés real de la gente», dijo el primer ministro griego en el debate parlamentario.

INCERTIDUMBRE / Nadie sabe, ahora, qué ocurrirá en los próximos días. Tsipras espera poder ratificar en el Parlamento el acuerdo con Macedonia. Pero la jugada le puede ir mal. «El problema es que la ley de Murphy dice que cuando algo puede salir mal saldrá mal, y eso cobra más valor en países en los que todo está tenso al límite, donde la economía descarrila y donde un fuego forestal es capaz de matar a 100 personas. Y precisamente porque todo puede ir mal en Grecia acaba mal, este país necesita un Gobierno con una capacidad de maniobra mayor que este», ha escrito el analista y comentarista político griego Paschos Mandravelis.

Pase lo que pase con el Ejecutivo de Tsipras, al final, las sucesivas crisis que, en los últimos años, ha atravesado Grecia, cambiarán su sistema político: «La contienda política —asegura en su editorial el periódico liberal de izquierdas To Vima— será, en el futuro, entre un partido de derecha nacionalista [Nueva Democracia] y otro [Syriza] cada vez más centrista, sin casi diferencias programáticas entre ambos. La lucha, a partir de ahora, no será ideológica sino estética».