Un nuevo examen democrático se le presenta al pueblo tunecino tras el fallecimiento, el pasado 25 de julio, del expresidente de la República, Beji Caid Essebsi, a los 92 años. Alrededor de siete millones de ciudadanos votarán este domingo a un nuevo candidato para ocupar la silla presidencial tras dos semanas de campaña electoral e intensos debates de los candidatos en los platós de televisión. Se centraron poco en el trabajo sobre el terreno y, en su lugar, optaron por la estrategia de la imagen, las emociones y las declaraciones encendidas.

"La gente está motivada. Los debates televisivos fueron seguidos por más de tres millones de tunecinos", asegura Bader Essalem Trabelsi, periodista tunecino del portal web politikotounes. Se espera una participación masiva con la convicción de asistir a unos comicios transparentes cerrados a cal y canto a cualquier tipo de corruptelas. Enterrados quedaron, por tanto, los años autoritarios de Ben Alí y su hegemónico partido único durante más de dos décadas.

Los políticos cumplieron con su misión de seducción popular y ahora le toca al pueblo elegir. Sin embargo, la incertidumbre es general ante los 30 candidatos en liza que rompieron con la polarización de los comicios presidenciales del 2014 entre islamistas y opciones más modernizadas. Si bien el campo ideológico entonces se definía con una asombrosa claridad, en la actualidad los juegos de poder superaron estas dos tendencias y ahora prevalecen el candidato y sus promesas electorales más allá de las ideas conservadoras y liberales.

PRONÓSTICOS

Es difícil pronosticar un ganador aunque los últimos sondeos daban la victoria a Nabil Karaoui, un empresario conocido como el Berlusconi tunecino al convertirse en un afamado magnate de los medios de los comunicación en donde alcanzó cultivar una imagen de anti-sistema y cercano a los más necesitados. Tras la muerte de su hijo en un accidente de tráfico en el 2016, fundó una organización para proporcionar comidas y atención a personas sin recursos.

Este nuevo rostro humanista y de servicio público le ha servido para cosechar simpatías en las zonas más golpeadas por una crisis económica que persiste desde la desintegración del régimen de Ben Alí en el 2011. Sin embargo, su candidatura se sitúa en una compleja tesitura porque desde el pasado 8 de julio, Karaoui está en prisión tras ser acusado de "blanqueo de capitales y fraude". De ganar las elecciones ¿se podría beneficiar de una inmunidad o permanecerá en prisión sin ejercer su mandato? Rocambolesca realidad que ni siquiera los juristas saben responder porque a día de hoy Túnez aún no cuenta con la implementación de una Corte Constitucional para dirimir este tipo de planteamientos.

ALTERNATIVAS

Frente al magnate, destacan otras figuras favoritos como el islamista Abdelfatah Mourou, quien prefiere ser identificado bajo la etiqueta de "conservador". Defiende un Islam moderado compatible con el sistema democrático tunecino en proceso de consolidación. Por vez primera los islamistas de Nahda se presentan en las presidenciales. Hasta el momento su estrategia se centraba más en el poder parlamentario para evitar que un gobierno "islamista" provoque un rechazo frontal dentro y fuera del país.

Por su parte, Youssef Chahed, de 43 años, el exjefe de gobierno más joven de toda la historia de Túnez. Su experiencia política y el lanzamiento de la guerra contra la corrupción le han dado una legitimidad popular difícilmente calculable. De momento, las redes sociales son las que sirven de termómetro para conocer la inclinación de la opinión pública y esta dice que saldrá elegido el candidato que en su programa lleve la prioridad de la lucha contra las redes clientelares y corruptas e inicie una "segunda revolución" para sacar de la ignominia a miles de tunecinos.

RETOS

La asignatura pendiente de la República de Túnez es atenuar el feroz desempleo—sobre todo en los pueblos y en las ciudades del interior del país que no dependen de los recursos del turismo— que ha empujado a los jóvenes a recurrir al contrabando con Argelia y Libia como única alternativa.

La degradante situación económica y social ha sido eje central de la campaña populista de una nostálgica del exdictador Ben Alí, la abogada Abir Moussi, quien exige un "régimen autoritario que no caiga en la conspiración de los europeos, en el desempleo y la pobreza".