El rey Salman de Arabia Saudí celebra este sábado entre fuertes turbulencias su primer año en el trono. Enfrentado al hundimiento del precio del petróleo, a la rehabilitación de su archienemigo iraní en la escena internacional y al empuje del terrorismo yihadista, el monarca -rodeado de una nueva generación de jóvenes dirigentes- ha pisado el acelerador de unos cambios necesarios para hacer frente a las crecientes dificultades que esconde el reino tras su aparatosa opulencia. “El país está en un momento crucial y habrá que estar muy atento a lo que puede pasar en los próximos cinco años”, dice a EL PERIÓDICO Eckart Woertz, investigador del Cidob experto en las monarquías del Golfo. .

La semana pasada, 'The Economist' dedicó su portada al país bajo el título ‘Arabia Saudí. El plan de acción del régimen para sobrevivir’. El semanario explicaba las claves de la centenaria supervivencia de la dinastía de los Al Saud: su alianza con los wahabís para erigirse en custodios de la Meca y Medina, un estado providencia a cambo de obediencia y el apoyo de Estados Unidos a cambio de estabilidad del mercado del petróleo.

Pero ahora estos tres pilares ya no son tan sólidos: la ideología oscurantista wahabí es la misma que alimenta el yihadismo, la caída del precio del petróleo -de 115$ barril del 2014 a los 30$ actuales- hace inviable una economía subsidiada y el pacto nuclear con Irán ha acrecentado el sentimiento de aislamiento del régimen. Y ante estos desafíos, la hoja de ruta del rey tiene tres direcciones: reformas económicas, mayor represión en casa, y una política exterior mucho más agresiva.

Solo días después de ascender al trono, el rey Salman (79 años) nombró a su hijo Mohamed, de 30 años, ministro de Defensa. Es al joven príncipe al que los expertos atribuyen la paternidad de la transformación en marcha y fue él quien anunció la semana pasada la intención de privatizar un parte de Aramco, la joya de la corona saudí, la mayor y más secreta compañía petrolera del mundo.

Revolución thatcherista

El príncipe Mohamed quiere acometer una revolución que él ha bautizado como thatcherista, abriendo la puerta a privatizaciones en un país que ha perdido la mitad de sus ingresos con el derrumbe de los precios del petróleo y que no puede sostener un déficit que en el 2015 fue del 15% del PIB: 98.000 millones de dólares. Y el rey que inició su mandato agasajando con 30.000 millones de dólares a funcionarios, soldados y estudiantes ha dado un cambio de rumbo a sus decisiones.

Por primera vez, el presupuesto para el 2016 incluye recortes en los subisidios al agua, electricidad y gasolina, que experimentó una subida del 50% el 1 de enero, “situándose muy lejos todavía del precio de otros países del Golfo”, remarca Woertz, aunque se quiere equiparar en cinco años. Se ha instaurado un impuesto adicional del 5% a los productos no esenciales y este mes se presentará el 'Plan de Transformación 2020', que incorpora como objetivo el desarrollo de alternativas al petróleo -que proporciona al Estado el 90% de sus ingresos-y el recorte del gasto público.

Malestar social

Pero los expertos advierten de la resistencia que puede haber en algunos sectores de la población a unos cambios que suponen romper un contrato social por el que los saudís interiorizan los subsidios como un derecho innato a cambio de aceptar el poder absoluto del rey. “La agresividad de este Gobierno ha creado malestar entre una gente acostumbrada a un modo de vivir”, ha explicado a Bloomberg Crispin Hawes, de la consultoría internacional Teneo Intelligence.

Y sobre todo porque el rey no parece que vaya acompañar su revolución económica de una mínima apertura política, más allá de permitir a las mujeres, el pasado diciembre, votar y presentar candidaturas en las elecciones municipales. “La represión se ha intensificado”, subraya Woertz. El número de activistas y opositores en la cárcel se ha disparado. Cualquier disidencia es susceptible de ser considerada un acto terrorista. En el 2015 fueron ejecutadas 153 personas, según Amnistía Internacional, una cifra considerablemente superior a las 84 del año anterior.

Y esta política de mano dura en casa va acompañada de una política exterior mucho más agresiva. “Arabia Saudí tiene la percepción de que EEUU, su aliado de tanto tiempo” les ha abandonado con la firma del pacto nuclear con Irán, subrarya Woetz. Y ante el empuje iraní, Riad ha decidido actuar. Desde marzo está al frente de la coalición que bombardea en Yemen a los rebeldes chiís proiranís. Y con reciente la ejecución del líder chií Nimr al Nimr, Riad ha escrito el último capítulo de una peligrosa escalada con Teherán. Para muchos observadores, no es más que una huida adelante de la bestia herida.