Un soldado turco grita en medio de la noche a unas sombras que se acercan: «¡Eh! ¡Vosotros! ¡Aquí!». «Venid hacia aquí. Por la derecha. Id para allá y esperad. Después, a Grecia, venga», agrega el militar con un lenguaje muy básico porque quiere que a quienes habla le entiendan. Son un grupo de refugiados. Turquía ha dejado de frenar a los refugiados y migrantes que quieran ir a territorio europeo, como pactó en su día con la UE. No solo no lo ha hecho, sino que les ha ayudado. La decisión llega después del bombardeo del jueves por la noche en el norte de Idleb del Ejército sirio y sus aliados rusos contra soldados turcos. Murieron 33 militares. Con esta decisión, Ankara pretende presionar a Europa después de haber pedido ayuda a la OTAN Y haber logrado solo una declaración de apoyo.

«De momento estamos aquí esperando. No sabemos qué va a pasar. Pero nos ha dicho un militar turco que en unas horas van a abrir las puertas. Que lo intentemos otra vez. Espero que lo hagan», dice Hasán, un joven afgano. Como él hay, en la frontera turcogriega, varios cientos más. Esperan, todos, a que pase en el paso fronterizo de Pazarkule, que marca la frontera terrestre entre Turquía y Grecia. La mayoría de los que están son chavales que han venido solos. Hay, sin embargo, algunas familias. Muy pocas: tomar la decisión, casi sin tiempo, de abandonarlo todo no es algo sencillo.

«estoy harto» / «Si no abren la puerta… Pues no sé, la verdad. Acabaré volviendo a Estambul. Pero no quiero. Allí no tengo nada. Trabajaba en el textil y mira cómo tengo los pantalones, continúa Hasán, mientras muestra sus agujeros. «Cuando he escuchado que abrían puertas, no lo he pensado ni un segundo. Estoy harto».

El Ministerio de Exteriores insistió en que Turquía no ha modificado su política migratoria, descartando así un anuncio de apertura oficial de fronteras, pero dejó claro que la situación ha empeorado tras el bombardeo de Idleb y que eso aumenta la presión de refugiados hacia Europa. En esa región hay un millón de personas esperando a que Turquía abra las puertas para que puedan escapar de las bombas y el terror que provocan los ataques de Bashar el Asad y Rusia.

Pero esa puerta -la que separa territorio turco del sirio- sigue cerrada. Turquía solo ha abierto la que va hacia Europa. Y Grecia, que ha cerrado sus puertas, igual que Bulgaria.

Atenas, sin embargo, les ha cortado el paso. Durante la tarde de ayer, en varias ocasiones, grupos de refugiados intentaron entrar a Europa. Salieron de territorio turco y llegaron a la franja de un kilómetro que separa las dos puertas, pero allí, en territorio de nadie, la policía griega les reprimió con bombas sónicas y gas lacrimógeno. Este grupo, de unas 200 personas, trató de volver a Turquía, pero los turcos les cerraron también el paso. Ahora están atrapados en el limbo.

incluso miles / «Quiero ser claro: no toleraremos ninguna entrada ilegal a Grecia. Estamos incrementando nuestra seguridad fronteriza. Grecia no tiene ninguna culpa de los eventos trágicos que han ocurrido en Siria y no sufrirá las consecuencias de decisiones tomadas por otros», dijo el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis. La Unión Europea ha pedido contención, solidaridad y respetar el acuerdo entre la UE y Turquía del 2016. Por la frontera terrestre entre Turquía y Grecia, la policía helena ha logrado parar, de momento, las entradas de refugiados. No han tenido tanta suerte en el mar: varios barcos llenos a rebosar de familias llegaron ayer a las costas de Lesbos.

En Pazarkule, cerca de un millar siguen esperando; y serán, en los próximos días, varios cientos o incluso miles más porque la carretera que lleva de Estambul a la frontera, de unos 300 kilómetros, está llena de taxis y autobuses repletos de sirios, afganos, paquistanís y alguna que otra nacionalidad. La presión en la frontera griega será máxima. «Si no nos dejan pasar, pues nada. Yo tengo pensado seguir aquí hasta que consiga cruzar. No tengo nada que perder», dice Mustafá, un chaval sirio.