La tensión en la frontera grecoturca va en aumento y tiene atrapadadas a miles de personas. Turquía anunció ayer el envío de 1.000 policías especiales para impedir que Grecia devuelva a los inmigrantes que intentan cruzar la frontera, como está haciendo desde el jueves pasado. La decisión la hizo pública el ministro del Interior turco, Suleymán Soylu, que visitó la provincia de Edirne, donde, desde hace una semana -cuando Turquía abrió las puertas a Europa-, se agolpan miles de personas a lo de los 30 kilómetros del cauce del río Evros.

«Han herido a 164 personas. Han intentado deportar de vuelta a Turquía a 4.900 personas. Así que desplegamos 1.000 agentes de fuerzas especiales hacia la frontera con Grecia para parar las deportaciones», dijo Soylu, que reveló, también, que Ankara tiene previsto denunciar a Atenas en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH).

VENDEDORES TURCOS / Mientras en los despachos se juegan el destino de miles de personas atrapadas en la frontera, Huséin, un joven iraní, dice que no puede más: «He estado todos estos días en el campo en Pazarkule -en el paso fronterizo entre Turquía y Grecia-. Pero allí la situación es imposible. No podía más». «Hoy he venido hasta aquí, a la estación de autobuses. Por lo menos aquí tengo un techo y es más fácil conseguir algo de comida. En el campo es muy complicado, y hay gente que intenta estafarnos», continúa Huséin, que explica que una barra de pan, en Pazarkule, puede costar hasta 25 liras. Por lo general, en Turquía, el pan cuesta dos liras. 25 liras equivalen a unos cuatro euros. El camino de tierra que lleva al campo de Pazarkule está lleno de vendedores ambulantes turcos, con mantas, lonas, bocadillos, café, té, repollos, pan, cargadores de móvil, zapatos y hasta chubasqueros. Los refugiados que están en el campo van y vienen: llegan con las manos vacías y vuelven con las bolsas llenas de lo que puedan permitirse, según las capacidades de sus bolsillos.

«¿Alguien sabe qué va a pasar?», pregunta Huséin a sus contertulios. «No sé qué hacer. Si volverme a Estambul o no. ¿Acabarán abriendo la puerta o no?» Nadie responde.

En los despachos tampoco dan una respuesta o, de momento, prefieren no darla. «La UE no nos ha hecho ninguna propuesta concreta», dijo ayer el portavoz de Erdogan, Ibrahim Kalin. «Esperamos que puedan formular un plan pronto y que nos lo comuniquen para que nosotros podamos solucionar este asunto en caso de que lleguemos a algún tipo de acuerdo», añadió.

Durante esta semana, Grecia y Turquía, han estado utilizando a los refugiados como arma arrojadiza. La gendarmería turca, dicen diversos testigos, coge a los refugiados y los mete en autobuses, que van mandando de un lado a otro de la frontera según les plazca. Otros han contado como les han animado a cruzar la frontera hacia Grecia e incluso les han impedido retroceder. Las fuerzas de seguridad griegas, sin embargo, sostienen los testigos, cuando detienen a un refugiado que ha cruzado el río Evros le roban todas sus pertenencias, le dan una paliza para que no la olvide, y lo devuelven al otro lado por la vía rápida y sin contemplaciones.

«Los seres humanos han sido tratados como armas políticas. Como herramientas políticas. Es inaceptable», señaló ayer Francesco Rocca, presidente de la Federación Internacional de la Cruz Roja, que visitó la frontera turcogriega. «Nuestro llamamiento está dirigido a la Unión Europea para que actúe de manera diferente con respeto a la dignidad humana», reclamó. También la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) ha pedido actuar de «forma moderada» y con «un enfoque humano».