Era una noticia que todo el mundo, tanto en Ankara como en Bruselas y Berín, sabía. Pero la cancillera alemana, Angela Merkel, la verbalizó en el debate electoral para las elecciones en su país, este domingo; y Turquía, ahora, está indignada.

«Esto es un ataque a los principios fundacionales de la Unión Europea», ha dicho este lunes Omer Celik, el ministro turco para los Asuntos de la UE. Lo que Merkel dijo —y Martin Schulz, su rival en las elecciones, ratificó— es que, según su opinión, Turquía nunca jamás entrará ni debe entrar en la Unión Europea.

Hasta hoy, el mensaje público de todas las partes era que las negociaciones, aunque en momento complicado, seguían adelante; que Turquía seguía siendo un socio —un tanto incómodo— para la UE y para la OTAN: ahora, tras el giro de Erdogan hacia el este, hacia un sistema que busca ser menos dependiente económica y políticamente de occidente, las relaciones entre Ankara y sus ya casi antiguos aliados se han complicado. Y Berlín y el Gobierno alemán, en esta fiesta, son el enemigo número uno.

«Están creando un nuevo muro de Berlín con ladrillos de populismo. Pero nosotros seguiremos con la cabeza bien alta como un país y una democracia europeas», ha escrito, en su cuenta de Twitter, el ministro Celik, que no es el único que ha echado en cara a Merkel sus palabras: «No es una coincidencia que nuestro presidente, Erdogan, fuera el tema principal de su debate. Sus ataques a Turquía y Erdogan les sirven para ignorar los problemas y necesidades de la población alemana», ha dicho este lunes el portavoz del Gobierno turco, Ibrahim Kalin, que, sin embargo, ha expresado su deseo de que las relaciones entre Alemania y Turquía puedan restablecerse en un futuro.

No lo tendrán nada fácil: Ankara y Berlín llevan meses atacándose mutuamente porque Turquía se niega a liberar a varios de los ciudadanos alemanes que, a día de hoy, se encuentran presos en Turquía —entre los que hay un periodista y un un activista de los Derechos Humanos—. La justicia turca les acusa de tener vínculos con la guerrilla kurda del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

INTROMISIONES

Y, desde entonces, la tensión no ha parado de crecer. El Gobierno de Merkel le denegó el permiso a Erdogan para que hiciese campaña en territorio alemán para el referéndum constitucional turco que se celebró en abril de 2017. En esa votación podían participar casi tres millones de ciudadanos turcos residentes en Alemania.

Ankara consideró esta decisión de Merkel como una intromisión en la política interior turca y decidió reaccionar: hace un mes, Erdogan pidió a los turco-alemanes con derecho a voto en Alemania que no voten a la CDU de Merkel, ni a los socialdemocratas de Schulz ni a los verdes; y no mencionó a Alternativa por Alemania, partido utraderechista y xenófobo.

En el debate del domingo por la noche, Merkel, además, aseguró que está lista, si gana las elecciones, para incrementar la presión financiera a Turquía y congelar los millones de euros de ayuda económica que la UE da a Turquía por ser candidata. La razón, dijo, es que «Turquía se está alejando de todas las prácticas típicas de una democracia a una alta velocidad»; una posición que la Comisión Europea empieza a compartir.

La semana pasada, el presidente de la CE, Jean-Claude Juncker aseguró que Turquía se está alejando de la UE «a pasos gigantes». «Erdogan quiere que la Unión Europea quede como la única culpable del fracaso de las negociaciones y que, así, su Gobierno quede libre de carga», dijo Juncker.