"De lunes a martes ha habido un cambio enorme. Hasta ahora dice un refugiado iraní que vive en Pazarkule, el campo de refugiados improvisado en la frontera turcogriega cada día había muchísima cola para coger la comida que trae en camiones el gobierno turco. Este martes, no. No había nadie. Mucha gente se está yendo.

Ha sido un cambio de técnica del Gobierno turco: el pasado 28 de febrero, tras la muerte, en Siria, de 34 soldados turcos, Ankara decidió que no frenarían más a los refugiados que quisieran dirigirse hacia Europa. A partir de entonces, cerca de unos 15.000, según las estimaciones más certeras, se desplazaron hacia la frontera y cruzaron el río que separa Grecia de Turquía, el Evros. Al capturarlos, la policía griega les robaba, les pegaba, y les devolvía en caliente a través del agua.

Muchos se quedaron atrapados y se instalaron en Pazarkule, uno de los dos pasos fronterizos que comparten ambos países. Eran cerca de unos 5.000, y sufrian situaciones como la de ser constantemente gaseados por la policía griega, que repelía por todos los medios posibles la entrada de los refugiados y migrantes.

DESCENSO

Sin embargo, todo duró hasta el 9 de marzo. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, viajó esa tarde a Bruselas para reunirse con la plana mayor de la Unión Europea, y les pidió una actualización del acuerdo del 2016, por el cual Turquía se comprometía a impedir el paso de refugiados hacia Europa.

A partir de ese día, Pazarkule se calmó: no ha habido muchos más intentos de cruzar y a todo aquel que lo quería se le ofrecía, a cambio de 90 liras unos 15 euros, un billete de vuelta a Estambul.

Este martes, la llegada de autobuses se ha multiplicado. Tiene explicación: Erdogan habla esta tarde por vídeoconferencia con Angela Merkel, Emmanuel Macron y Boris Johnson sobre esta última crisis migratoria y sobre cómo solucionarla. El presidente turco ya puso la semana pasada las cartas sobre la mesa: "Queremos libertad de movimientos y liberalización de visas, una actualización de nuestro acuerdo comercial y una mejor asistencia financiera", dijo Erdogan.

NOS QUEDAMOS

Vaciar el campo de Pazarkule, sin embargo, no será tan fácil. Los pocos que quedan allí son los que, al escuchar el anuncio de Turquía a finales de febrero, lo abandonaron todo su casa y su trabajo, siempre precario, reunieron todo su dinero y se marcharon a seguir una promesa, la de poder entrar a Europa, que no se ha cumplido ni parece que vaya a hacerlo.

Y no tienen adónde volver. "El bosque que queda al lado está ahora completamente vacío dice el refugiado iraní. Y la policía turca, desde la mañana de este martes, nos ha bloqueado. Ya no nos dejan ni entrar ni salir del campo. Pero aquí quedamos muchos que no nos vamos a ir. Yo no tengo casa; no tengo otra opción que cruzar a Grecia, y pienso seguir aquí hasta que lo consiga o me obliguen a marcharme. No me voy a ir".

Una incertidumbre que, por supuesto, crea problemas. Durante la madrugada pasada estalló una pelea entre refugiados árabes y afganos, explica el iraní. La policía y el Ejército turco tardaron un par de horas en sofocarla. Volaron algunos cócteles molotov y se incendiaron varias tiendas. "Creo que la policía se llevó a unas 200 personas. Por eso seguro que también se ve mucho más vacío el campo", resume el refugiado.