Que al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no le gusta la Unión Europea no es ningún secreto. Él mismo se ha encargado de pregonarlo siempre que ha podido. La última vez, el pasado domingo, apenas unos días después de sembrar el caos en la OTAN y en vísperas de su encuentro en Helsinki con Putin, al situar a la UE entre sus «enemigos». Un mensaje que en Bruselas se recibió con una mezcla de enfado, hartazgo y resignación.

«La pregunta a hacerle a Trump sería más bien: ¿a quién considera como un amigo?», ironizó la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, a su llegada ayer a la reunión de ministros de Exteriores en Bruselas. «Nosotros tenemos muy claro que Estados Unidos es nuestro amigo. El cambio de la Administración americana no significa el fin de la amistad», afirmó.

El presidente de la UE, Donald Tusk, ya dejó claro el domingo que considera que «América y la UE son buenos amigos», aunque acompañó este mensaje con uno de sus habituales dardos envenados. «Quien diga que somos enemigos está difundiendo fake news», añadió sobre la tan manida coletilla que acostumbra a emplear el propio Trump.

Desde Pekín, donde ayer se celebraba una cumbre UE-China, recordó que lo construido durante décadas, con disputas incluidas, no se puede destruir. «Es una obligación común para Europa, China, América y Rusia no destruir este orden, sino mejorarlo. No iniciar guerras comerciales, que a menudo en nuestra historia se han convertido en conflictos calientes, sino reformar de forma responsable y valiente un orden internacional basado en reglas», reivindicó Tusk. Más dura fue la respuesta de Alemania, país contra el que Trump ha focalizado su rabia y a quien ha acusado en varias ocasiones de controlar Europa en beneficio propio. «Ya no podemos confiar plenamente en la Casa Blanca», advirtió a la prensa alemana el ministro de Justicia, Heiko Maas.

Mucho más comedido, el responsable de Asuntos Europeos del Gobierno de Angela Merkel, Michael Roth, abogó por hacer oídos sordos a los mensajes de Trump. «Debemos mostrar que podemos alcanzar el grado de coherencia necesario que necesitamos para ser tomados en serio porque la indignación sola no va a ayudarnos».

PONDERACIÓN NECESARIA / También Francia y España optaron por ofrecer un mensaje más calmado. «Parece que todo el mundo es su enemigo. Hay que tomar las declaraciones del presidente Trump con ponderación», recomendó el ministro francés Jean-Yves le Drian. En la misma línea se expresó Josep Borrell. «Viene diciendo siempre lo mismo. No le gusta el multilateralismo. La UE es el sumun de ello y no ha ocultado que este invento de la UE no le gusta», agregó Borrell.

El jefe de la diplomacia española admitió, sin embargo, que ha habido un cambio en las relaciones tras-atlánticas, aunque circunscribió la enemistad de la que habla Trump a la política comercial. «Creo que quería hablar de competencia comercial y que el término enemigo es una hipérbole», añadió. La UE no quiere echar gasolina al fuego encendido por Trump, que ante su imprevisibilidad podría empezar a arder sin control. «No creo que nosotros seamos el enemigo, tenemos que mantener el vínculo trasatlántico lo más fuerte posible», reclamó el ministro de Exteriores checo, Jan Hamacek. La próxima semana, su presidente, Jean-Claude Juncker, se reunirá en Washington con Trump. EEUU denunció ayer ante la Organización Mundial de Comercio a la UE, China, México, Canadá y Turquía por la aplicación de aranceles.