El divorcio euro-británico ha necesitado 32 meses de negociaciones, casi 30 votaciones en Westminster, 100 reuniones del grupo de alto nivel del brexit, 17 comparecencias ante el Parlamento Europeo del negociador jefe, Michel Barnier, y se ha llevado por delante a dos primeros ministros británicos, David Cameron y Theresa May. Pero esto, según Barnier, ha sido lo fácil. Ahora empieza lo verdaderamente «difícil»: negociar un acuerdo económico y comercial «ambicioso» y a gusto de ambos bloques. Un escenario ante el que la UE reivindica su fortaleza frente al «espléndido aislamiento».

Pero pese a este mensaje de mirar hacia adelante, en las capitales europeas se multiplicaron durante la jornada de ayer los mensajes que expresaban el sentimiento de pérdida. El más contundente fue el del presidente francés, Emmanuel Macron, que dijo que el brexit «es una señal de alarma que debe hacer reflexionar a todos los países». La cancillera alemana, Angela Merkel, valoró que la salida del Reino Unido es una «profunda ruptura para toda Europa».

Londres y Bruselas tendrán menos de 11 meses -lo que durará el periodo transitorio- para negociar su nueva relación. Un plazo insuficiente según la Comisión Europea, que tardó siete años en negociar su acuerdo de libre comercio con Canadá y más de dos décadas con los países de Mercosur.

SIN POSICIÓN / El Gobierno británico todavía no ha fijado posición, pero sí ha avanzado que no quiere ni mercado interior (libre circulación de personas, capitales, bienes y servicios) ni unión aduanera ni estar vinculado a las decisiones del Tribunal de Justicia de la UE. Quiere cortar lazos radicalmente con la UE y esto limitará las opciones de la relación. Sobre la mesa hay distintos modelos posibles de acuerdo -Noruega, Suiza, Ucrania, Turquía o Canadá, entre otros-, pero todo dependerá de las líneas rojas de Londres.

La UE está dispuesta a ofrecer un acuerdo inédito, pero a cambio exige el mantenimiento de los estándares sociales, medioambientales o fiscales para evitar que el Reino Unido se convierta en una especie de Singapur a orillas del Támesis, que haga competencia desleal a las empresas europeas desde el otro lado del Canal de la Mancha.

MERCADO INTERIOR / «Sin igualdad de condiciones en medioambiente, empleo, fiscalidad y ayudas de Estado no podrá haber un acceso al mercado único de alta calidad. Si no eres miembro, no puedes mantener los beneficios de ser parte», avisaron ayer en una carta conjunta los presidentes de las tres instituciones, Charles Michel, Ursula von der Leyen y David Sassoli, que eligieron el Parlamentarium, el centro de visitantes del Parlamento Europeo, para decir su último adiós y prometer un nuevo amanecer para Europa. «Nuestra intención es ser leales como lo hemos sido estos últimos tres años. Deseamos mantener la relación más estrecha posible con Gran Bretaña», pero «cuanto más decida divergir de los estándares europeos, menos acceso tendrá al mercado interior», insistió Michel. «Queremos tener la mejor relación posible, pero nunca será como la pertenencia», añadió Von der Leyen, que resumió su estado de ánimo con una frase de Jean Monnet, padre fundador de la UE: «No soy optimista, no soy pesimista, estoy determinado».

Así afrontan esta nueva etapa. Convencidos de que la unidad hace la fuerza, de que el aislamiento es negativo y de que los nuevos desafíos -cambio climático, seguridad o digitalización- no se pueden afrontar en solitario. Una unidad cuyo máximo exponente ha sido y seguirá siendo Barnier, que el lunes presentará el mandato negociador que tendrán que ratificar -el 25 de febrero- los 27. Se trata de una guía con las prioridades de la UE para la negociación que comenzará en marzo.

El mandato incluirá una parte económica, con aspectos comerciales, la pesca y el mantenimiento de los estándares; otra relativa a la seguridad, y una tercera sobre gobernanza. Dada la urgencia, lo prioritario para Barnier será un acuerdo de mercancías; estándares equivalentes en materia medioambiental, laboral, fiscal y de ayudas de Estado para proteger de una eventual competencia desleal británica.