El emotivo funeral de la periodista Lyra Mckee se convirtió ayer en un llamamiento a «construir la paz» en Irlanda del Norte. Lyra, de 29 años, era «inteligente, gentil, apasionada, enérgica, generosa, divertida y con un gran sentido de la compasión», dijo su amigo Stephen Lusty. Murió de un disparo en la cabeza el pasado jueves en un ataque contra la policía en la ciudad de Derry, reivindicado por los paramilitares republicanos del Nuevo IRA.

Un crimen que ha unido a la clase política, sin distinción de credo. Líderes de todas las tendencias compartieron banquillo en la catedral católica de Saint Anne en Belfast, junto a cientos de personas que llenaban el templo, mientras otros muchos seguían la ceremonia desde la explanada de la entrada. Algunos de los presentes llevaban camisetas de Hufflepuff, de Harry Potter y de Marvel, las películas favoritas de la fallecida. «Sé que le habría encantado», dijo la compañera de Lyra, Sara Canning.

La primera ministra, Theresa May, encontró su sitio entre el primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, y el presidente de Irlanda, Michael D. Higgins. La líder del Partido Unionista Democrático (DUP), Arlene Foster, lo hizo junto a los responsables del Sinn Féin, Michelle O’Neill y Mary Lou McDonald, y el jefe de los laboristas, Jeremy Corbyn. Los colegas del Sindicato Nacional de Periodistas (NUJ) formaron una guardia de honor en el momento de la salida del féretro.

«Lyra ha unido con su muerte a mucha gente muy diferente» declaró el sacerdote católico, Martin Magill, en un servicio multicultural, dirigido a todo tipo de comunidades. Magill pidió a quienes acabaron con la vida de Lyra que abandonen la violencia. Irlanda del Norte lleva dos años de vacío político sin asamblea autonómica, por diferencias entre los dos partidos gobernantes, el Sinn Féin y el DUP. A eso se suma la crisis del brexit. Una inestabilidad que parecen aprovechar los grupúsculos paramilitares republicanos.