Muchas cosas hacen a Donald Trump un candidato atípico, pero hay una en la que empieza a mostrarse como un político tradicional: como tantos otros antes que él, el empresario se ha enredado en el laberinto de la política de inmigración.

Después de 15 meses proponiendo una línea dura, sin precedentes en un aspirante presidencial, una política que incluía la creación de una “fuerza de deportación” para expulsar a los 11 millones de inmigrantes indocumentados que se calcula que hay en Estados Unidos y que fue una de las mayores claves de su victoria en las primarias republicanas, ahora Trump se ha mostrado dispuesto a “suavizar” su postura. Es un paso que algunos estrategas consideran imprescindible si el empresario quiere tener opciones reales frente a Hillary Clinton el 8 de noviembre, cuando en las urnas vote un país demográficamente muy heterogéneo, donde el elector blanco por sí solo dificílmente pueda decidir al inquilino de la Casa Blanca. Es también un viraje con el que Trump ha decepcionado a algunos de sus más ardientes defensores y con el que corre el riesgo de alienar al núcleo central de su base de apoyo.

Los vaivenes de Trump han quedado expuestos a lo largo de toda la semana. Arrancaron el lunes, cuando, en unas declaraciones en la cadena Fox, aseguró que “lo que la gente no sabe es que (Barack) Obama ha sacado del país una enorme cantidad de gente” y recordó que tanto el actual presidente como su precedesor, George Bush, han aplicado “con las leyes existentes” una dura política de deportaciones. “Yo voy a hacer lo mismo. Quizá con más energía”, declaró.

Un día después, también en Fox, aseguró que puede “suavizar” sus propuestas. “No buscamos hacer daño a la gente”, dijo.

DECEPCIÓN EN EL NÚCLEO DURO

Aunque en los días siguientes, Trump intentó dar garantías a sus votantes y a los medios de que no había un giro en su política, que seguía defendiendo que todos los inmigrantes indocumentados tienen que salir del país antes de pedir regularizar su situación, y que expulsará "a los tipos malos" pero también a gente sin historial delictivo, la reacción en el ala más dura de las filas republicanas no se hizo esperar. Sarah Palin, la excandidata a vicepresidenta en el 2008, alertó de que el nuevo mensaje “no es consistente con la posición inflexible” que Trump había mantenido desde que lanzó su candidatura, y avisó de que si empieza a “aguar” sus posturas, “habrá una decepción masiva”. El representante de Iowa Steve King, una de las voces más intransigentes en inmigración en el Congreso, dijo que “si Trump gira o intenta redefinir la amnistía, empezará a perder apoyo de su núcleo base original”. Y Ann Coulter, una de las comentaristas más populares en la derecha, calificó la nueva línea de discurso de “error”, que atribuyó al consejo “equivocado” que Trump está recibiendo de sus asesores.

Algo de razón no le falta a Coulter. Tras el viraje de Trump, se halla la mano de Kellyanne Conway, una veterana estratega que, por su trabajo con las encuestas, conoce bien las realidades de voto y que ascendió recientemente al equipo de dirección de campaña. Y el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani ha confirmado que el gobernador de Nueva Jersey Chris Christie y otros miembros del círculo más cercano de Trump llevan semanas sugiriéndole que adopte un enfoque más “matizado, práctico y humano”. Por eso Trump suena más parecido ahora a Christie, o a Jeb Bush y a Marco Rubio, tres de los rivales en primarias a los que atacó por sus propuestas migratorias.

De la agenda de Christie, por ejemplo, han salido dos de las propuestas que el sábado Trump presentó como parte de su arsenal para combatir la inmigración ilegal: reforzar el sistema de E-verify, que permite comprobar la situación migratoria de aspirantes a un empleo y crear una estructura que permita seguir el estatus de las visas para expulsar rápidamente a quienes se hayan quedado más de lo permitido.

En el discurso en Iowa, en el que aseguró también que “los inmigrantes sin papeles dejarán de tener acceso a ayudas y prestaciones sociales”, lo que no hubo fue mención de qué hacer con esos 11 millones de personas indocumentadas que ya están en el país. Quizá lo aclare en un discurso centrado en inmigración que va a realizar en las dos próximas semanas. Iba a pronunciar esa intervención la semana pasada, pero la cita se ha pospuesto ya en dos ocasiones.