La mecha del escándalo la encendió el pasado viernes el miembro de Reagrupación Nacional (antiguo Frente Nacional) Julien Odoul al pedir con brutalidad a una madre que acompañaba a la clase de su hijo en hemiciclo del Consejo regional de Borgoña-Franco-Condado que se quitara el hiyab. El vídeo colgado por el propio consejero en las redes sociales se hizo viral al mismo ritmo que crecía la indignación por unas imágenes en las que se aprecia el gesto de la madre consolando a su hijo. Incluso el partido de Marine Le Pen, compartiendo el fondo del asunto, las consideró humillantes. En el Gobierno, la condena fue unánime, pero no la posición sobre si conviene vetar el velo a las madres en las visitas escolares de sus hijos. El ministro de Educación, Jean Michel Blanquer, encabeza desde hace meses la cruzada de los partidarios de vetarlo. «El velo no es deseable en nuestra sociedad. Lo que dice sobre la condición femenina no se ajusta a nuestros valores. La ley no prohíbe a las mujeres con velo acompañar a los niños, pero no queremos alentar el fenómeno», dijo este domingo a la cadena BFMTV. Una visión que comparte el titular de Economía, Bruno Le Maire, pero no la portavoz del Ejecutivo, Sibeth Nidaye, quien admitió que, a título personal, no tenía «ningún problema» con el hecho de que una madre con velo salga con los alumnos a hacer una visita escolar.

«La integración y la inclusión es hacer posible que quienes probablemente están encerradas en su comunidad estén en contacto con otras mujeres», justificó. En esa misma línea se expresó Cédric O, secretario de Estado y antiguo consejero de Macron en el Elíseo. Estas posturas revelan dos sensibilidades opuestas a la hora de abordar el mismo fenómeno. Unos quieren reforzar el principio de laicismo, otros temen que ampliar la legislación en contra del velo exacerbe a los círculos extremistas.

Mientras, Emmanuel Macron guarda silencio. Desde que inició su mandato no ha pronunciado ningún gran discurso sobre el laicismo o sobre el Islam. Aunque estaba previsto que lo hiciera el otoño pasado, el proyecto se aparcó después de que estallara la crisis de los chalecos amarillos. La ley es clara. En la universidad está permitido, pero desde el 2004 no se admite en los centros públicos de primaria, secundaria y bachillerato. En cuanto a las madres que acompañan a niños y profesores durante las visitas escolares, nada les obliga a quitárselo puesto que no ejercen ninguna misión pública.