Carlos se encoge de hombros ante la pregunta de si ha matado a alguien. Ni siquiera lo sabe. Tampoco se acuerda de cuántas veces ha disparado, pero sí de la primera. Fue a los 16 años, cuando su pandilla le entregó una pistola. "Al principio era el gatito, iba por esto por lo otro, hasta que les dije que quería hacer más. A la banda no le importa, te da el objeto, el arma. Órale vas -cuenta titubeante-. En la primera detonación de un arma tenía miedo, no quería. Era para apantallar (asustar), pero se puso feo y me obligaron a disparar". Se trató del asalto a una mercería. Nunca supo, como en el resto de decenas de robos, si hirió a alguien.

"Me sentía fuerte, seguro. Luego fue por el dinero (…) En ese momento era mucho robo a transporte, a negocios y a transeúntes", asegura. Su padre abandonó a su familia cuando era pequeño y su madre tuvo que trabajar hasta la noche. A partir de los 14 empezó a consumir droga y se abocó a una vida en la calle que lo llevó a enrolarse en una de las decenas de pandillas que ejercen como células de los cárteles en la capital mexicana, cuyo nombre como el del testimonio resulta prudente ocultar por su protección. "Cuando llega a haber un problema, caemos, no les importa. No puedes hablar, estás amenazado, también tu familia", balbucea el joven de 21 años, que ha pasado los últimos tres en la cárcel.

Además de la desigualdad -más de la mitad de los menores mexicanos viven en situación de pobreza, según estadísticas oficiales- y la falta de oportunidades que azotan a la infancia latinoamericana, en México se suma la acuciante violencia y la reconfiguración del crimen organizado como detonantes para el reclutamiento de adolescentes, incluso niños. En el 2018 había unos 460.000 menores integrados a bandas de delincuentes, un 153% más que tres años atrás, según datos gubernamentales.

"Cada vez se alistan a edades más tempranas. Ante el aumento de la presión policial y la fragmentación de los cárteles, el crimen tiene necesidades de expansión y diversificación de sus actividades delictivas. Antes había ciertos valores en el crimen, como respetar a menores y familias, que ahora son inoperantes. Ahora hay mujeres que están involucradas y vinculan a sus hijos, los hombres igual", explica a este medio Mariana Sáenz, una de las coordinadoras de Reinserta, la organización civil dedicada a facilitar la reinserción de unos 200 menores excarcelados y en cuya casa de seguridad vive Carlos y otra treintena.

LA VIOLENCIA NACE EN EL ENTORNO

"Ahora hay menos espacios seguros para los menores. Y tenemos la problemática de que por cuestiones económicas los padres y madres tienen que tener más de un empleo, salen más tarde de trabajar y los niños pasan más tiempo en la calle, expuestos a una violencia creciente", añade Sáenz.

Esto ha provocado también un aumento de los asesinatos de menores en el último lustro. El pasado año hubo un promedio de 3,6 homicidios diarios de niños y niñas y 7.000 desapariciones, según el balance de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim). Dicho incremento ha impactado sobre todo en las niñas, con un 13,8% más de feminicidios respecto al año anterior, según los datos de la misma organización.

El último asesinato que ha sacudido a México es el de Fátima Cecilia Aldriguett Antón, una niña de siete años cuyo cuerpo fue encontrado en una bolsa de basura con signos de tortura el pasado domingo 16 de febrero, seis días después de que desapareciese a manos de una mujer todavía sin dentificar que la recogió de su escuela.

La tasa de 4,9 homicidios dolosos de menores por cada 100.000 habitantes triplica la de países como Siria o Palestina, siendo México el cuarto país del mundo donde más ha empeorado la peligrosidad para la infancia desde el 2000, tal y como arroja un informe de Save The Children.

"Son cifras de una guerra", concluye la directora de incidencia de la oenegé, Nancy Ramírez, quien agrega que "la violencia nace en los hogares". "Una práctica muy arraigada en la sociedad mexicana es educarlos a golpes". Seis de cada diez niños y niñas sufre una crianza violenta. Asimismo, según una encuesta de Save The Children, un 37% de los menores ha presenciado un tiroteo en algún momento de su vida. "Tenemos estos contextos permeados de violencia en que los niños y niñas se enfrentan a un estrés tóxico. Este impacto psicológico eleva el riesgo a que reproduzcan actitudes violentas", considera Ramírez.

GOBIERNO DE ESPALDAS A LA NIÑEZ

Para Ramírez, "la niñez no es un tema prioritario para el presidente Andrés Manuel López Obrador (Amlo), que se ha centrado en una política asistencialista donde delega ese cuidado a las familias". El Gobierno de Amlo lanzó el plan 'Mochila Segura' a mediados de enero, después que un niño de 11 años matara a su profesora, hiriera a seis compañeros y se suicidara con un arma de su abuelo. El programa consiste en que ahora serán las madres y padres quienes revisen las mochilas de sus hijos en lugar del profesorado. "Una medida paliativa que solo atenta contra la intimidad del menor sin resolver nada", valora la directora de Save The Children.

"Que la nueva Administración haya priorizado 25 proyectos estratégicos y ninguno incluyera a la infancia ha representado la invisibilidad. Es decir, recortes presupuestarios en los ámbitos de protección, particularmente en la procuración de justicia y estancias infantiles (guarderías)", reclama a este medio el director de Redim, Juan Martín Pérez, sobre el tijeretazo, entre otros, del 16% al sistema de Desarrollo Integral de la Familia (DIF), encargado de atender esos casos de violencia.

Por su parte, la titular del DIF en Ciudad de México, Esthela Damián, asegura a EL PERIÓDICO que "los recortes no han afectado a esa institución", aunque reconoce que "falta aprendizaje sobre cómo poder coordinarse entre los organismos". Damián defiende que el Gobierno federal ha impulsado políticas públicas "en asuntos como la salud mental y las adicciones, que antes no tenían ninguna importancia y que ahora se despliegan campañas en todo el país". Unos programas que, según ella, "darán resultados este año". Mientras, van más de 21.000 menores asesinados en las últimas dos décadas y el crimen organizado recluta a cerca de 35.000 al año en un México hostil para la infancia.